El NAHUAL - Relatos basado en hechos reales

El NAHUAL (#418 – 23/08/2017)
Relato basado en hechos reales. Contado por Perico Orta Almazán
Escrito y Adaptado por Eduardo Liñán.

Cobijados por las estrellas y a la luz de una fogata estábamos cinco amigos hablando de cosas triviales. El potrero donde hacíamos nuestra labor de cuidar el ganado. el lugar estaba en completa calma y solo se podían escuchar el murmullo del viento al soplar y el cantar de los grillos y cigarras que inundaban el monte, habíamos terminado el jornal en una de tantas rancherías que había en Tempoal, Veracruz. Lugar donde trabajaba como vaquero al igual que mis compañeros. Como era costumbre siempre que caía la tarde y guardabamos al ganado, nos poníamos a platicar y a jugar baraja, al no tener más entrenimiento esas eran nuestras distracciones. El reloj marcaba la media noche y hacía calor, el cielo estaba despejado, decidimos dirigirnos a un ojo de agua cercano y darnos un chapuzón en sus refrescantes aguas para mitigar el calor.


Yo era un hombre muy precavido, siempre cargaba un Marlin .22, el cual siempre lo tenía cargado con balas muy especiales. Por esas comunidades rurales estaba muy marcada la creencia en las brujas y los nahuales; mi abuelo y mi padre vivieron siempre al alba y se preparaban para cualquier encuentro con alguno de estos seres, a mi me inculcaron desde niño el tenerles respeto y estar preparado para cualquier amenaza. Por esa razón me enseñaron el secreto de cómo curar las armas y las balas para poder darles muerte a los nahuales y hacer retroceder a las brujas y ahuyentarlas. La curación de la munición era algo sencillo, pero debía hacerse con especial atención y con los elementos adecuados para que estas funcionaran. Yo tenía la costumbre de cargar mi rifle con 3 rondas de balas sin curar, una especial y así sucesivamente hasta llenar el cargador para darle muerte a cualquier ser sobrenatural que se nos presentara en el camino, solo se necesitaba una bala bien colocada para librarnos del mal.

Mis amigos siempre se burlaban de mi por contarles las historias que mi abuelo le contó a mi padre y luego él a mí. Y siempre que íbamos a la poza o andábamos por los caminos me decían en tono burlón:

–Ándale tráete tu rifle curado, no nos vaya a salir un nahual-

Yo no hacía caso de sus comentarios, ya sabía cómo eran mis “compas”; pero esa noche sentí algo especial en el ambiente, como un presentimiento extraño. Era de madrugada y después de bañarnos en la presa, regresamos a una galera que nos servía de cobijo para pasar la noche, ahí dormíamos, teníamos lámparas de pilas secas para alumbrarnos en la noche. Apenas iba a tender mi cama cuando de pronto escuché el murmullo de alguien que me hablaba, eran mis compañeros “el pitufo” y el “negro”, me levanto y agarro una lámpara y los veo a lo lejos haciéndome señas, apuntándome hacia donde estaba lo que parecía un animal, al principio pensé que era una liebre, pero sentí un desconcierto enorme cuando vi que su tamaño era inusual, sus orejas eran enormes tanto que arrastraban en el piso, sentí algo de miedo y mejor decidí regresar a la galera, mis amigos estaban ahí esperándome

-Ese animal no es normal, hay algo extraño en el, es algo malo que quiere espantarnos el sueño, mejor dejémosle seguir su camino y no nos molestara- Les dije y me dispuse a acostarme.Al darse cuenta de mi reacción en todo burlón me decían

-Ahí está, no que muchos tiros curados-

Herido en mi orgullo, me levanto y tomo mi rifle, dispuesto a acabar con la vida de aquello, solo para demostrarles que no era cuento. Busque a eso que rondaba ahí, como buen cazador que era siempre le apuntaba a la cabeza a los animales para terminar con ellos rápido y que no sufrieran tanto. Contuve la respiración y al querer soltar el tiro este no sale, corto cartucho de nuevo y se encasquilla el rifle. Por alguna maldita razón el rifle que nunca me había fallado ahora no disparaba y cada que cortaba cartucho las balas salían intactas. y esa cosa seguía ahí, viéndonos fijamente y como burlándose de mí y de mis fallidos intentos por dispararle.

Con la última bala que tenía en el cargador, le apunté al pecho esta vez y por fin la bala salió disparada haciendo blanco en aquello. El animal al escuchar el estallido, da un salto asustado y sale corriendo por el potrero, que era de pasto de pangola por lo que lo podíamos verlo moverse rápidamente, en ese momento todos salimos en busca de eso y claramente escuchábamos como cascos de caballo correr por el pastizal. Vimos que se metía en un agostadero donde había una arbolada y desapareció de nuestra vista. Jadeando y casi sin aliento llegamos al lugar, que extrañamente formaba parte de las leyendas locales donde decían que se reunían las brujas y los nahuales en ciertos días del mes para transformarse o desmembrar a los niños que se habían robado previamente y devorarlos u ofrecerlos a satanás en medio de orgías de sangre y actos aberrantes. Era un lugar maldito y nos acercamos con precaución y algo de miedo.

Alumbrando la arbolada con las lámparas, vimos solamente arbustos y obscuridad. No quisimos avanzar más y entrar en ella, comenzamos a rodear para ver mejor y de pronto un aullido desgarrador nos puso alerta a todos al tiempo que las lámparas se apagaban dejándonos en la completa obscuridad, con los cabellos erizados e iluminados tan solo con el brillo de las estrellas, cuando íbamos a salir corriendo, escuchamos una voz gutural y escalofriante que nos hizo temblar y sentir mal del estómago. Al tiempo que nos gritaba:

-¡Hijos de su puta madre, me los voy a chingar!

Armandome con el valor que me quedaba y con el rifle recargado en mano, le respondo:

-¡Sal hijo de tu puta madre, aquí traigo mas para darte en la madre, cabrón-

Al no escuchar respuesta alguna, se hizo un silencio sepulcral y alertando a mis amigos les dije que camináramos hacia atrás y que por ningún motivo le diéramos la espalda a aquella arbolada para no ser atacados. Así retrocedimos como unos 200 metros sin dejar de mirar al frente. Una vez que perdimos de vista aquel lugar salimos corriendo despavoridos hasta llegar a la galera, sentí que habíamos corrido mucho y así fue, estábamos muy lejos. Nos percatamos hasta que llegamos al lugar, al hacerlo, 3 de mis compañeros se habían hecho encima del miedo, otro estaba llorando asustado incrédulo por haber visto y escuchado aquello. Mientras tanto yo me encontraba alerta y apretaba con fuerza mi rifle, esa noche nadie pudo dormir, estábamos muy espantados.

A la mañana siguiente, decidimos ir a la arbolada e investigar que había sucedido; pero antes fuimos a la tienda cercana del pueblo que era de una señora a la que conciamos como doña Mary muy cerca del potrero. Ahi nos fiaban refrescos y botanas, y nos daban almuerzos. Al llegar gritamos para que nos atendieran y de pronto la señora salió de atrás con un gesto de extrañeza.

-¿Ya supieron que el “Juancho” se suicidó tomando garrapaticida? -nos dijo con el rostro preocupado.

Sorprendidos por la noticia y aun con el susto de anoche no podíamos creer aquello, nuestros pensamientos fueron interrumpidos por el esposo de la señora por una afirmación aun mas escalofriante, que nos dejó helados.

-Ese cabrón no se mató María, lo hallaron en una arbolada desnudo y con un fogonazo en la panza, esta todo desfloreado, y sabes que es lo más extraño, la herida estaba como podrida y el hoyo muy grande. Ya se le quitó el andar de Nahual – exclamó el señor.

Atónitos a lo que decía, nos miramos todos sin decir una palabra, decidimos ir a ver y en efecto había un rastro de sangre que aun permanecía en aquella arbolada donde nos habían espantado la noche anterior, luego supimos que a Juancho lo velaban. Con un juramento de silencio, todos quedamos en no decir nada de lo que había sucedido la noche anterior, sin embargo y desde aquel día, he vivido atormentado por la culpa y la incertidumbre de haber matado a algo que era un animal extraño. Porque para mí y los que estuvieron ahi lo era, todos los días le he pedido a Dios que me perdone, que el bien sabe que lo que maté era un animal, quisiera que esto no hubiera pasado y desafortunadamente me tocó a mí, ahora puedo decir con certeza que lo que mate en realidad era un Nahual.

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