LA DEUDA Relato basado en experiencias reales

LA DEUDA
Relato basado en experiencias reales de Aretha Martínez
Escrito y Adaptado por Eduardo Liñán

Había cumplido 15 años y me hice novia de José Antonio, el había sido mi primer amor. Nuestra relación duró unos 3 años y como un noviazgo tradicional, el había pedido permiso a mis padres para ser novios y todo marchaba bien. Como un par de jóvenes con muchas ilusiones planeábamos casarnos en cuanto nos independizáramos y termináramos la escuela, cosa que jamás ocurrió. En aquel tiempo él trabajaba como reportero en uno de los diarios locales, y nos veíamos con frecuencia, iba a mi casa o en la escuela platicábamos, ya que también estudiaba conmigo en la misma prepa. A pesar del poco tiempo que podíamos vernos nos amábamos mucho y teníamos muchos momentos buenos.


Sin embargo un día, estando en un receso una de las amigas de mi grupo empezaron a decirme cosas que no comprendía y una de ellas me dijo algo que me cambiaria mi manera de pensar sobre él. Según José tenía otra relación, lo habían visto acompañado de una mujer mayor que él. Era una señora de 35 años que tenía un hijo de 12, divorciada y José con apenas 18 pensaba que era una locura, así que la diferencia de edades era evidente. Después de saber eso algo se quebró en mí, la relación con el fue otra. Lo amaba mucho; pero después de saber esta terrible verdad simplemente dejé de quererlo, decidida entonces tomé la decisión de dejar de verlo para siempre.

Pasaron varios días en que no lo vi y el tampoco demostró querer verme, así que daba por hecho que la relación se había terminado. Fue hasta varios días después que se presentó a mi casa, cabizbajo y con el rostro acongojado, lo vi algo enfermo y a pesar de sus palabras sentía que no era sincero, incluso vi una pizca de vergüenza en sus ojos al tratar de evitar ver los míos. El me invitó a cenar y yo me negué por que mis padres no me dejaban salir después de las 7 pm. El se alteró y discutimos sin remedio, ahí se terminó todo y yo al cerrarle la puerta me sentí rara, tenia sentimiento; pero no me dejé caer como esperaba.

Días después comencé con mi periodo; pero algo andaba mal, lo que se suponía debía ser una regla de 5 días, se prolongó por 36, con cólicos y sangrados que, me debilitaron y me pusieron en riesgo con un cuadro anémico que amenazaba mi vida. Las fuerzas se me fueron con los 11 kilos de peso que bajé durante ese tiempo. Estaba tan mal que tuvieron que llamarle a mi mamá y ella llegó días después, al verme se preocupó y me llevó de inmediato con un médico especialista y luego de unos estudios determinó que no había ninguna causa para mi problema, lo mismo dijo el ginecólogo y me dio un medicamento que contuvo el sangrado, finalmente un Endocrino de la misma forma no encontró ninguna causa para mi padecimiento. Por más extraño que pareciera todo en mi estaba bien, excepto la debilidad y las consecuencias por sangrar todos los días. Fue así como terminó extrañamente la relación con José de una manera caótica y triste.
Un par de años después ya vivía sola en Oaxaca con mis perras, una mañana la señora Lidia, vecina que vivía en la misma cuartería que yo, tocó a mi puerta y me dijo que había una señora que buscaba a una persona que no conocía, salí para ver si podía ayudarla. En cuanto abrí la reja de la entrada, me percaté que era una pequeña anciana indígena, vestida con un colorido huipil chinanteco, descalza y cargando una bolsa de yute sobre su cabeza. Al verme me sonrió de una forma dulce y me trasmitió una sensación de calma. Me preguntó por una persona que no conocía y luego de darle alguna información, me agradeció y se marchó caminando con pequeños pasos y ayudada con una vara de bejuco. Apenas iba a cerrar el zaguán cuando la vi regresar, esta vez su rostro era de preocupación y a la dulce sonrisa había desaparecido, me dijo entonces algo que hizo que sintiera escalofríos y sintiera una tensión por el miedo.

–Ay mi niña, te están haciendo daño, alguien quiere que te mueras, te hicieron daño desde hace tiempo y falta poco para que se cumpla el plazo.

Sin saber que decir o hacer, me aferré con fuerza a los barrotes de la puerta del zaguán y me quedé mirando a la anciana que percibió mi miedo. Antes de que pudiera decir algo, ella me sonrió y me dijo que me podía ayudar, que fuera a su casa esa misma tarde y que no me cobraría nada. Al no saber quién era sentí desconfianza y al notarlo me dijo que era importante que fuera, que me ayudaría. Me dijo donde vivía y no estaba lejos, después con la misma se retiró caminando sobre sus pasos y me dijo unas últimas palabras: “Me conocen como Doña Panchita…”

Al quedarme intrigada mi primer pensamiento fue visitar a Lucy y contarle mi extraño encuentro. Mi tía en ese entonces había enviudado. Su esposo se ahogó en extrañas circunstancias, según la versión de sus amigos, se había metido a nadar y quedó atrapado en un canal de riego ahogándose sin remedio, algo improbable, el había sido un nadador excelente. La había dejado viuda con 2 hijos con los que vivía en un fraccionamiento desde que habíamos dejado la casa grande; pero su vida fue algo triste y complicada al perder repentinamente a su marido.

Ella me dijo que fuera y que me acompañaría no perdíamos nada con ir a ver. Así que nos fuimos junto con los niños a la casa que estaba en lo alto de un cerro, en una nueva colonia que había surgido de una invasión, así que no tenia calles y las casas eran muy humildes, hechas con materiales de desecho, troncos y los que vivían mas o menos bien era de material, todas con piso de tierra. Preguntando entre los vecinos dimos con la casa de la anciana. Al llegar vimos que había una reunión, varias personas parecían congregarse dentro la humilde casa de la señora. En su mayoría eran indígenas harapientos; pero los que estaban cerca de la anciana en medio de aquel lugar vestían de huipil blanco con flores en la cabeza. Doña Panchita parecía estar en una especie de trance ya que estaba como pasmada y hablando en dialecto. Lucy y yo nos quedamos viendo todo lo que hacían en medio de toda la congregación, al parecer respetaban mucho a la señora y estaban absortos en lo que estaba haciendo. Poco a poco nos fuimos acercando al centro de la reunión y todos tomados fuertemente de las manos, por extraño que parezca teníamos mas curiosidad que miedo de ver todo aquello, incluso los niños estaban quietos.

Mi tía y yo teníamos cierto conocimiento en las cosas esotéricas y extrañas gracias a Lala y sus historias sobre brujas. Entonces nos miramos y dedujimos que en realidad Doña Panchita era medium y podía convocar a los muertos para que hablaran a través de ella, eso era lo que estaba pasando, De pronto se hincó con la cabeza agachada y alzó su cabeza para decir unas frases inentendibles, puso sus ojos en blanco y los dedos de sus manos se torcieron de una manera imposible, se incorporó en tanto Lucy, los niños y yo nos abrazamos asustados de ver la tenebrosa manifestación de algo que se introdujo en el cuerpo de la vieja. Comenzó a mirar alrededor del lugar, como desorientada, luego de un rato se nos quedó viendo fijamente y caminó con movimientos de hombre, al estar frente a nosotros abrió los ojos y habló.

La sensación de incredulidad se cayó cuando reconocí de inmediato la voz que salía de la garganta de la anciana, era del finado esposo de Lucy, la gesticulación de la anciana era de desesperación y ansiedad.
“Lucy, Lucy…Qué bueno que te encontré…me mataron, me dieron veneno por eso no regresé…no morí…ahogado…”

Luego de decir esto su rostro cambió a uno de tristeza e intentó acariciar a uno de mis primos, el cual se refugió tras de Lucy y al ver a la niña comenzó a derramar lágrimas con desesperación. Lucy escéptica empezó a preguntarle cosas que solo ella sabía, la anciana respondió increíblemente a todas con certeza, al espíritu que supuestamente tenia era de su finado esposo. Luego de muchas preguntas, la anciana comenzó a caminar por los alrededores y parecía que varios espíritus habitaban en ella en ese momento, por que comenzó a interactuar con la gente diciendo cosas que al parecer eran ciertas.

Yo estaba helada con todo aquello y luego de un par de horas, Panchita se volvió a quedar parada en medio del gentío, respiró hondo y cayó en el piso agotada y con sed. Luego de beber un poco de agua, me miró y me dijo que sabía que me pasaba y me dijo que había que curarme, necesitaba nueve curaciones para tumbar el “trabajo” que me habían hecho. Tenía que ir cada tercer día con una “escoba” de hierbas frescas recién cortadas que me dijo que llevara. Así lo hice por ocho ocasiones en las que fui y me “barría” en tanto decía algunas oraciones en dialecto. En el ultimo día aparte de las hierbas me pidió un par de huevos de guajolote que conseguí en el mercado local y aparte me había pedido un anillo de oro con piedra roja, unos aretes y una cadena del mismo material del anillo y un pedazo de tela roja. En este punto sentí un poco de decepción y sentimientos encontrados, Intuía que el truco terminaría con la pérdida de mis alhajas y que la anciana de algún modo se quedaría con ellas. Estuve a punto de dejar de ir; pero Lucy me dijo que confiara en la anciana, así que me di a la tarea de conseguir todo lo demás. Casualmente tenía, el anillo con rubí, los aretes y la cadena que cargaba cada que iba a ver a la anciana. Hice una especie de bolsita con la franela roja y metí ahí los objetos, así lo tenía que llevar.

Llegó el ultimo día de curaciones. Panchita atizó unos carbones encendidos en un gran anafre y hechó las hierbas frescas que comenzaron a ahumar y el olor era intenso, tanto que inundó el cuarto con la fragancia fuerte que despedían. Enseguida tomó un ramo de flores blancas, las arrojó a la ahumadera y agarró la bolsita con las joyas y con ella comenzó a frotarme el cuerpo para hacerme la “limpia” escuchaba el tintineo de los objetos al pasarme por la cabeza y un pensamiento de pérdida me invadió, pensé que no volvería a ver mis joyitas. En ese momento me dijo que pensara en una persona, en aquella que me había deseado mal, aquella que me hubiera maldecido con infelicidad por el resto de mis días. Era algo fuerte aquello; pero no tardé mucho en pensar en esa persona y recordé un episodio de mi vida que creí haber olvidado.

Recordé a la mamá de José. Después de que termináramos, el se tiró al vicio, su alcoholismo lo llevó a dejar la escuela y a pesar de sus súplicas ya no lo acepté, luego su mamá me fue a ver para exigirme que lo dejara en paz o que volviera con él y me negué sin remordimientos, la discusión llegó a tal grado que tuve que correrla de mi casa; pero antes de irse me dijo que todas las lágrimas y el sufrimiento de su hijo me iba a pesar, que me iba a condenar a ser muy infeliz. Estaba pensando en eso cuando el tintineo de las joyas se dejó de escuchar de una manera extraña.

–Ya está, esa es la persona, atrapé a quien hizo el trabajo, por eso se calló el oro. Te vendrá a pedir perdón ya lo verás –Expresó Doña Panchita en tanto apretaba la bolsita.

Luego de esto me pidió que extendiera mis brazos, entre mis manos colocó uno de los huevos y con la otra pieza comenzó a frotar desde la cabeza hasta los pies. En el momento que pasa el huevo por entre mi cuello y hombro de lado izquierdo, al bajarlo por mi brazo del mismo lado, sentí un tirón algo extraño; era como si algo en el interior de mis hombros y brazo se desgarrara de una manera horrible, el dolor que me produjo esta sensación hizo que doblara las piernas y gritara, apenas iba a abrir la manos para tocarme donde había sentido el intenso dolor y la anciana las tomó firmemente en tanto exclamaba:

–¡Por ningún motivo vayas a soltar el huevo, aguanta todo lo que puedas!

Siguió con la “limpia” en tanto me ponía de pie; pero el dolor punzante hizo que viera destellos de colores a mi alrededor. Era intenso y horrible, el esfuerzo mental que tenía que hacer para soportar el dolor, no soltar o romper el huevo apretándolo era extenuante. En tanto Panchita siguió bajando el huevo por mi brazo el dolor fue en aumento, sentí que la punzada me recorría toda mi extremidad y hasta que llegó a mis manos y la punta del dedo medio, durante todo ese momento que pareció una eternidad lloraba y gritaba de dolor, estuve a punto de desmayarme cuando la anciana me dice:

–Es todo niña; Ya salió.

Mi corazón latía fuertemente y aun sentía un poco de dolor, así que abrí mis ojos, mi cuerpo estaba cubierto en sudor y pude notar que de mi dedo medio salía una gota de sangre que cayó al piso. Yo me arrodillé agotada. Panchita tomó el huevo de mi mano y colocó ambos en una mesa en tanto traía un par de vasos con agua. Con el que me barrió salió algo turbio pero “normal” en color y aspecto, en el segundo no pude evitar sentir asco. Cuando lo arrojó al agua esta se enturbió y el interior del huevo era una especie de liquido acuoso de color marrón y hediondo a putrefacción. Luego de exclamar sorprendida, Panchita tomó una bandeja y puso el contenido del vaso en tanto con una vara removía el liquido raro. No pude evitar sorprenderme al ver que algo se movía entre esa asquerosidad. Eran un par de agujas completamente oxidadas las que salieron, estaba atónita al ver que eso estaba ahí, era imposible y sin embargo lo estaba viendo con mis propios ojos. Panchita vio aquello y con una voz determinada y segura dijo:

–Ese pinche brujo que te hizo el mal ya cayó, y esa señora que te hizo el trabajo ya se dio cuenta que le tiramos el trabajo.

Luego de esto, puso los restos del huevo, las hierbas y los carbones en una bolsa y me dijo que los fuera a tirar lo más lejos posible en donde nadie los encontrara y que con eso habíamos terminado. No me pidió nada de dinero por la ayuda, me regresó la bolsita con las joyas que extrañamente habían perdido su brillo y estaban opacadas, nunca pude hacerlas brillar de nuevo. Antes de irme y después de agradecerle me dijo que no me iba a cobrar; pero que tenía que trabajar junto ella porque yo tenía que estar en la “obra”. No me pude negar, me sentía en deuda con ella así que serví de ayudante durante un tiempo en lo que saldaba la deuda y vi cosas que nunca he podido olvidar.

Pasaron los años, yo trabajaba en Chihuahua cuando sucedió el terremoto en la ciudad de México en el 85 y meses después regresé a Oaxaca para ver a mis familiares y que todos estuvieran bien. Luego de unos días en la ciudad caminaba por el centro y vi un rostro familiar: Era la hermana de José, después de los saludos me miró con algo de impaciencia y me pidió que fuera a ver a su mamá, petición que se me hizo extraña, después de tantos años pensé que la señora ya no vivía. Me comentó que ella me estuvo localizando entre mis familiares; pero que nadie de ellos le quiso decir nada de donde encontrarme; pero que era urgente que me viera. Al preguntarle el motivo ella con una frialdad me dijo:

–¿¡No te enteraste que José murió en el terremoto!? –Exclamó molesta y sollozante.

En ese momento le respondí que no, que no sabía nada; me contó que él estaba hospedado en el hotel Regis cuando sucedió el temblor, les entregaron los restos que quedaban de su hermano semanas después. Quedé entonces de ir a ver a su mamá y nos despedimos. Le conté a Lucy sobre el encuentro y ella con severidad me dijo que no fuera, que si me había hecho daño una vez, lo intentaría de nuevo. Yo no sentí temor, ya era adulto y sabía muchas cosas para poder protegerme. Así que decidí ir a casa de la mamá de José, apenas me vio, la señora se acercó a abrazarme con fuerza y comenzó a pedirme perdón entre sollozos y una voz llena de arrepentimiento. Le dije que no había nada que perdonar. Entonces me pidió acompañarla y entré en su sala; estaba como la recordaba cuando llegué a ir durante mi adolescencia. Sobre la pared había varios retratos; pero un par me llamó la atención. En uno de ellos estaba José con su esposa vestida de novia y el muy guapo con un esmoquin, en la segunda estaba él solo, se veía muy gallardo con el traje de boda y la expresión de su rostro era de soberbia.

Luego de servirme un café que por supuesto no probé, comenzó a contarme todo lo que había sucedido, habían pasado ya seis meses del temblor y empezó a tocar el tema del perdón. Disculpándose me reveló que me había dado unos polvos de brujería cuando anduve con su hijo y que me había “trabajado” durante mucho tiempo con un brujo. Ella deseaba que no estuviera con él y mucho menos me casara con su amado hijo, al considerar que él iba a ser el mozo de mi familia. En ese momento un torrente de buenos, malos y dolorosos recuerdos me invadieron, todos a la vez y mi corazón latió fuertemente en tanto comencé a llorar con coraje y sentimiento al saber eso. El amor de quinceañera que sentía por José surgió de nuevo en un torrente cálido cuando le grité a la señora el por qué había hecho eso. Ella llorando tan solo me pedía perdón en repetidas ocasiones. Ambas llorábamos amargamente, me dolió y me dolió muchísimo enterarme de la verdad.

Entre lágrimas de dolor y vergüenza la señora empezó a decirme que estaba muy arrepentida, y que había prometido contárselo todo a José si aparecía vivo, que se humillaría ante él para revelarle la verdad de sus acciones erradas. Ya que ella había sido culpable de que él nunca alcanzara la felicidad desde que terminamos por causa de ella. Su vida había sido infeliz, en su matrimonio fracasó porque nunca pudo olvidarme. No terminaba de decir esto cuando sentí un frío que me caló en mi costado y el ambiente en la sala se hizo más denso. Por unos instantes pude ver surgir una sombra obscura en la realidad que se movía hacia donde estaba el cuadro de José y este se balanceó como si una fuerza invisible lo moviera con violencia, tanto que terminó cayéndose y haciéndose añicos el cristal y rompiéndose el marco. La señora al ver esto entró en pánico y gritó el nombre de su hijo en tanto pedía que la perdonara. Yo llevé mis manos a mi rostro y comencé a llorar con mucho sentimiento. Al ver el mal estado de la señora corrí a abrazarle y le dije con sinceridad que la perdonaba, que no había rencores y que si había amado mucho a su hijo al igual que el a mí. Luego de un rato nos despedimos y ella me pidió visitar la tumba de José, no sabía si los restos que encontraron en los escombros eran de él; pero le habían hecho su funeral, yo no quise saber más del asunto y me alejé de esa familia. Seguí con mi vida y de ese penoso momento que me marcó para siempre solo queda este doloroso recuerdo.

Si vas a copiar y pegar el relato menciona los créditos correspondientes de autor – relator y menciona la fuente donde lo tomaste eso me ayuda a seguir publicando. Gracias.

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