LOS DEUDOS Relato basado en sucesos reales

RELATOS POST MORTEM.
LOS DEUDOS (BEREAVED) 22/06/2017
Relato basado en sucesos reales, contado por: Wyatt Jacobson.
Traducido, escrito y adaptado por Eduardo Liñán.

Hace algún tiempo me mudé a un pequeño pueblo llamado Jackson en Georgia, USA. Me habían transferido y comencé a trabajar en una prisión estatal donde conocí a Audrey Grayson, una joven mujer que se desempeñaba como médico legista dentro de la penitenciaria. Con el tiempo comenzamos a salir y supe que además de trabajar en la prisión ayudaba a su familia en una casa funeraria en las inmediaciones del pueblo. Apoyaba a su padre y sus hermanos en la funeraria y el embalsamamiento de cadáveres, su función principal era preparar a los muertos sacando y metiendo fluidos en sus cuerpos, además de darles una mejor presentación para el servicio funerario. En Estados Unidos es común que las casas funerarias tengan su propia sala de tanatopraxia en los sótanos, además de los servicios funerarios que se podían dar dentro de la misma, como valor agregado.


La funeraria era de la familia y habían sido por generaciones tanatopraxistas, haciendo lo mismo en diferentes sitios; pero en Jackson ellos eran los principales proveedores de funerales en donde toda la familia estaba involucrada. Además de sus padres, en esa casa vivían su hermano Daniel y su hermana Amanda con sus hijos Jake y Melissa, de 7 y 6 años. El esposo de Amanda se había ido al servicio a Iraq y estaban de paso en la casa, aunque vivían al otro lado del pueblo en Flovilla. Con el tiempo me fui acostumbrado a sus pláticas sobre los muertos y sus peculiares “costumbres post mortem” al estar en la plancha de preparación, eran muy tenebroso; pero a la vez fascinante.

Fue una tarde de sábado que salimos a dar un paseo al centro del pueblo y caminábamos por el boulevard cuando Audrey recibió una llamada extraña. Debía ir a la funeraria ya que había un servicio urgente. Había sucedido un accidente por la tarde y los familiares del fallecido querían hacer el funeral cuanto antes. La familia y en especial el padre de ella, quien hacia las prácticas con los difuntos, no se encontraban en el pueblo; habían salido a una feria local en el pueblo vecino de Griffin. De tal suerte que no se podía negar a hacer el servicio. Ella me invitó a acompañarla mientras hacia la preparación del cadáver y yo como no tenía nada mejor que hacer decidí irme con ella.

Al llegar a la casa me impresionó el estilo victoriano de la misma, era una casa de madera muy antigua de principios del siglo XX, que le daba un aspecto más lúgubre a la situación. Entramos a la casa y en el interior había varias sillas elegantes dispuestas para los dolientes y un ataúd vacío en donde estaba recargado un tripié donde comúnmente ponían el retrato del difunto, todo aquello me dejó un sentimiento de nostalgia e inquietud. Las instalaciones en general eran dignas de una funeraria: lujosas, con pisos pulidos y lleno de flores que eran cambiadas en cada servicio. Detrás de la sala velatorio había un pasillo largo que conducía a unas escaleras que daban acceso al sótano, donde había otro largo y obscuro pasillo en donde al final estaba la sala de tanatopraxia. Las puertas de la sala de preparación eran de madera perfectamente barnizadas que se abrían y cerraban haciendo un rechinido.

Mi primera impresión al ver la sala fue de mucha intranquilidad; estaba obscuro y apenas una lámpara iluminaba el cuarto. Era bastante espeluznante ver la mesa de trabajo de acero inoxidable y al fondo unas gavetas empotradas en la pared donde guardaban los cuerpos para conservarlos. Inmediatamente que entrabas sentías el frio de la muerte y lo más perturbador era el olor; una pestilente nube de formaldehido te invadía las narices. Todo estaba en orden, limpio y dispuesto para trabajar con los muertos. Audrey encendió las luces y se iluminó todo el recinto, mientras se colocaba una bata, sonó un timbre indicando que había llegado una ambulancia con los restos de alguien y ella procedió a recibirlos.

Yo me quedé en una pequeña oficina fuera del cuarto, había una laptop y una cafetera. Encendí ambas y me senté a esperar en tanto ella recibía el cadáver y hacia su trabajo. Escuchaba el abrir y cerrar de las puertas en todo momento en tanto los servicios médicos dejaban el cadáver y mi novia hacía lo propio al prepararlo para presentarlo lo mejor posible en el servicio funerario que se llevaría muy temprano el domingo. Mientras sucedía esto Audrey me visitó un par de veces durante la noche para que estuviera cómodo.

Serían las 2 am cuando el ruido de un auto y después el abrir de puertas me alertó, al ser pisos de madera se escucharon pisadas y niños correr en la parte superior. Audrey salió de la sala y me comentó que sus padres y su hermana habían regresado, por lo que se fue a recibirlos y darles los detalles del servicio urgente. Me quedé solo en la oficina en total silencio, solo el siseo del abanico del aire acondicionado se podía escuchar, veía las noticias de los deportes en la laptop y luego de un largo rato escuché el rechinido de las puertas de vaivén de la sala de preparación. Pensando que había sido Audrey la que había regresado, me quedé en silencio, mismo fue roto por los murmullos infantiles de niños que parecía abrir y cerrar las puertas. Me levanté de la silla y me asomé al pasillo y en efecto, estaban un par de niños jugando a abrir y cerrar las puertas de la sala con sus pies. La niña era rubia con un vestido de olanes azul y una gran cinta blanca en el cabello el azul de sus ojos me recordó a Audrey y de inmediato imaginé que era su sobrina, el otro niño era más bien blanco de piel, muy pálido; cabello negro y lacio con un corte como de príncipe valiente y parecía estar todo mojado de su ropa. Afuera una lluvia caía así que pensé que era el otro sobrino que se había empapado. Saludé a ambos y los pequeños ojos de ambos se clavaron en mi como preguntándose quien era, vi que ninguno de los dos traía zapatos y me reí un poco de la escena. Un poco apenando, tan solo me volví a meter a la oficina y alcancé a entender algo de lo que decían. La niña le preguntaba sobre mí y se reían con sus risillas infantiles mientras murmuraban entre ellos. Luego dejaron de sonar las puertas y escuché el correr de pies descalzos por el pasillo en cuanto una voz femenina y severa llamaba a los niños.

De nuevo me quedé solo y empecé a dormitar, no sé cuánto tiempo paso y sentí una mano helada tomarme de las mejillas, era Audrey. Había terminado con la preparación y su padre estaba dando los últimos detalles, así que aprovechó para presentarme con él. Era un hombre mayor, muy cordial y elegante, vestido de Tweed y mocasines de gamuza, que me saludo efusivamente. Subimos a la sala en donde bebimos té y conversamos acerca de la vida en la prisión, el hombre al igual que su hija había sido medico en la penitenciaria y ahora su hija heredaría su trabajo y la casa funeraria. Nos despedimos ya entrada la madrugada y me retiré a mi hogar.

Más tarde ese domingo. Fui de nuevo a visitar a Audrey para salir y llegué mientras el servicio funerario se realizaba, había muchas personas congregadas en la casa, algunos con caras tristes y otros con rostros de incredulidad, a lo lejos pude ver que en el patio había una niña columpiándose en los juegos y de inmediato la reconocí, era la pequeña de la noche anterior en la sala de prácticas. Parecía algo ocupada como platicado con alguien imaginario y no le tomé importancia.

Entré a la sala donde estaban los deudos del difunto y esperé un poco en tanto Audrey bajaba de sus habitaciones para irnos. Empecé a husmear entre las personas intentando reconocer a alguien y luego de un rato mire el ataúd que estaba rodeado de flores; pero algo me llamó la atención, la caja era más pequeña de lo normal, no terminé de sorprenderme cuando mis piernas se congelaron y sentí un balde de agua helada caer sobre mi cabeza al ver que en la foto colocada en el tripie, estaba el rostro infantil del niño con corte de príncipe y unos grandes ojos verde claro que parecían mirarme fijamente. Era el mismo niño que estaba jugando con la sobrina de Audrey. No quise quedarme con la duda y pregunté a una de la personas sobre el niño.

Atrás de mí estaba un hombre con rostro acongojando que parecía mirar fijamente al ataúd. Al preguntarle si conocía al niño fallecido, me dijo que era su sobrino y me contó que la tarde anterior el niño se había ahogado en un lago cercano al pueblo, la familia estaba destrozada por la pérdida y aceleraron el proceso de inhumación para que las autoridades no intervinieran, no me dijo razones. Pero todo era muy sospechoso. No quise indagar más. Me acerque al ataúd y miré el cuerpo del niño, estaba perfectamente presentado, parecía estar vivo aun y el color pálido con el que lo vi en la madrugada había desaparecido. Sentí temor y nauseas al pensar que había visto un fantasma; pero más aún porque la sobrina de Audrey estaba jugando con el de manera amena, en ese momento el piso se me movió y se abrió al asaltarme una sospecha. ¿Y si la niña en realidad también era un fantasma?

Caminé hacia la salida y me quedé paralizado pensando en eso, vi el columpio a lo lejos y se balanceaba solo. Sentí pánico y mis piernas se petrificaron, al ver que la niña de los ojos azules corría hacia a mí, había salido por un lado e iba con alegría hacia donde me encontraba parado y de pronto al tenerla casi enfrente de mi, salió una mujer que resulto ser Amanda la hermana de Audrey y la tomó entre sus brazos, sentí alivio; pero aún me perturbaba la idea de que la niña pudiera estar jugando con una aparición y no solo eso, que yo pudiera también verlo.

Mientras fumaba un cigarro, Audrey llegó y me abrazó por detrás, yo estaba algo tenso y tenía un temor e inquietud sobre el tema de los fantasmas, siempre pensé que eran historias para las fogatas y los 4 de julio. Nos alejamos y yo iba sumido en mis pensamientos, antes de que pudiera decir algo Audrey dijo algo que me dejó helado:
– ¿Viste al niño verdad? No lo alucinaste, en realidad si era un fantasma. Las mujeres en mi familia podemos ver a los espíritus; pero mi sobrina hasta puede hablar con ellos.

Yo me quedé parado en medio de la calle y la miré con temor, apenas iba a preguntarle algo cuando me interrumpió agregando:

–Aquí en el pueblo se hacen presentes muchos espíritus; pero veo que tú también puedes verlos. Acostúmbrate, no hacen daño solo quieren no sentirse solos, el niño era muy querido en la comunidad se llamaba Bertrand Mason y era hijo de un hombre rico en Jenkingsburg, un pueblo vecino. Así que la familia pidió que todo fuera discreto e inmediato. No querían preguntas.

Luego de decir eso, ya no quise tocar el tema, en realidad no quería pensar en que yo también era una especie de vidente-cazafantasmas. Así que lo fui olvidando y evitaba en lo posible visitar la casa de Audrey. Olvidé el asunto hasta que un día su padre me invitó a jugar ajedrez a su casa y platicábamos, en cierta parte de la plática el me contó de un amigo con el que comúnmente jugaba y que había muerto hacia unos meses en un accidente de trabajo, se llamaba Theodore Mason. Al escuchar el apellido recordé al niño fantasma y casi por inercia le dije:

–Mason, ¿Era pariente del niño ahogado? –Pregunté con cautela.
–Así es, era su tío. –Respondió con pesar en tanto se levantaba de la silla.
Se dirigió a un librero y sacó una especie de Anuario, en el estaban las fotografías de varios miembros de la comunidad y me enseño a Theodore Mason. Sentí una corriente eléctrica recorrer mi espina y la sangre se me heló al ver que el hombre de la foto era el mismo la que le pregunté sobre el niño el día de su funeral. El mismo que me había contado del accidente. Me puse pálido y el padre de Audrey me vio y sirvió un vaso de Whiskey irlandés en tanto me decía:

–Relájate, está muerto, a veces se aparece por aquí, supongo que por nostalgia. Si lo has visto no temas, mi nieta Melissa dice que hasta ha platicado con el…
Me levanté de la silla y me despedí del hombre. Mientras caminaba por las calles del pueblo veía a las personas pasar y no evitaba sentir temor y una especie de duda que me hacía preguntarme si en realidad veía gente viva o fantasma. Con el tiempo acepté mi condición y de tanto en tanto veía a espectros rondar por las calles de Jackson, supongo que lo único que deseaban era sentirse vivos de nuevo.

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