Historias tristes reales

PROTECTOR
Relato basado en experiencias reales de Denisse Vargas
Escrito y Adaptado por Eduardo Liñán

Me llamo Denisse, tengo 40 años y actualmente vivo en Monterrey. Sin embargo crecí y viví en la ciudad de Tampico, tengo una Maestría en Negocios y estudio un Doctorado en Negocios Internacionales en una prestigiosa universidad. Me va muy bien gracias a mi trabajo; pero no siempre fue así, mi familia era de escasos recursos y vivíamos muy apenas en la colonia Garza Leal al norte de la ciudad . Tuve el apoyo de mi papá que era albañil hasta la preparatoria que terminé muy apenas por falta de recursos. En aquel tiempo deseaba seguir una carrera en administración; pero era imposible ya que no tenía dinero, ni nadie que me apoyara. Intenté buscar un empleo; pero por la edad y la inexperiencia no me pagaban lo suficiente y los horarios se empalmaban con los de la carrera.
historias tristes para llorar

Mi vida estaba resuelta a ser una mediocre más, esperando a que alguien me salvara y poder casarme con alguien que me mantuviera. Me había resignado a que así seria cuando unos compañeros de la preparatoria me invitaron a una fiesta, en ella conocí a un hombre que resultó ser dueño de varios antros en la ciudad y al verme se quedó sorprendido por mi belleza, la cual era notable. Estaba delgada y tenía un rostro natural y fresco. Me propuso ser bailarina en uno de sus mejores antros por una gran cantidad de dinero y la posibilidad de ir a la escuela.
Mi mente entró en una crisis moral y de dudas. Por una parte hacer tratos con el diablo me traería lo que más deseaba y por otra si me desviaba del camino podría terminar peor; pero tenía bien claros mis objetivos y lo haría como fuera, así que acepté. No fue difícil, solo era bailar en la pasarela y atender a clientes borrachos deseosos de manosearme. Antes de subir a la tarima pensaba en lo que lograría y cada vez que me toqueteaban me imaginaba en una gran oficina riéndome de esta etapa de mi vida que era algo horrible. La prostitución era inherente al oficio; pero tenia opción de escoger con quien me acostaba y por cuanto. Así me pagué la escuela y la maestría.

Los antros de bailarinas tuvieron una gran época en aquel entonces; conocí a mucha gente que me apoyó y me abrió puertas; pero también a otra que deseaba lo peor para mí; fué en una fiesta privada que conocí a un joven del cual me enamoré y el de mi. Aunque en este negocio no era válido, el joven demostró que era sincero y aceptaba mi trabajo al saber por qué lo hacía. Nuestro romance duró muchos meses y comenzamos a vivir juntos. El estudiaba ingeniería y yo comencé la maestría. En esa época las cosas para los negocios de giros negros se pusieron mas difíciles por los mañosos que se comenzaron a apoderar del vicio de la ciudad y cerraban, balaceaban o quemaban negocios como advertencia para que los dueños se alinearan con ellos. Cosa que mis patrones no hicieron y lo pagaron caro.

Cierta noche el antro donde bailaba estaba a reventar, no había ni una sola mesa vacía y los clientes pedían uno tras otro “ticket”. Pensaba que terminaría temprano al cumplir la cuota y sacar el extra para mí; pero pensé que tenía que aprovechar todo lo que pudiera, tenía que comenzar a pagar lo de mi tesis y el examen profesional, así que me apliqué y por la madrugada llegó un operativo de la policía que hizo que cerraran las puertas con los clientes adentro. Eso era común; pero uno de los clientes habituales notó que algo no estaba bien, y se dio cuenta que los hombres vestían uniformes apócrifos a los de la policía. Mientras buscaban a alguien entre el gentío, se pudo escuchar que afuera sucedía una balacera que alertó a todos y se hizo el pánico en el lugar, la oleada de personas intentaba salir del local asustada, en tanto los de seguridad y el del sonido les decían que se calmaran que el verdadero peligro estaba afuera y si, se escuchaba como rafagueaban y disparaban a diestra y siniestra.

En ese momento me dirigí a los vestidores donde había una salida trasera y esperé a que terminaran los balazos, luego unos compañeros y bailarinas entraban asustados por que decían que los “policías” iban a quemar el lugar en tanto sacaban al hombre que habían venido a buscar; pero en vez de eso lo mataron ahí mismo en la entrada del local al intentar resistirse. Yo sentí un miedo enorme y comencé a gritar desesperada por todo ese infierno que estaba pasando. Entonces del pasillo que llevaba al exterior vi la figura de un hombre que se me hizo familiar y era mi novio que me veía con cara de asombro, con un rostro pálido y asustado. Entonces recordé que el vendría por mi esa noche. Quise correr y abrazarlo y antes de que pudiera hacerlo caminó hacia la salida diciéndome que lo siguiera con sus manos, corrí y otras compañeras apenas se estaban cambiando para irse y yo ya lo había hecho. Al salir a la calle, vi a mi novio parado en una esquina con su rostro triste y llamándome para que fuera con él, yo extrañada me dirigí a la esquina, cuando por fin llegué, me vi sola en un callejón obscuro y el no estaba por ningún lado y me asusté mucho.

No terminaba de pensar eso cuando escucho que detrás de mi comenzaron de nuevo a disparar en contra del local y unos hombres entraron por la puerta trasera y sacaron a varias compañeras del sitio y las subieron a unas camionetas, en tanto mataban a un cadenero y golpeaban a los meseros y los encargados del bar, luego se subieron a los vehículos y se marcharon. Ese evento fue horrible para mí y luego de un rato de estar asustada y temblando, vi que llegaron policías y ministeriales al sitio, reconocí de inmediato a unos que eran clientes habituales y aliados del patrón. Corrí con uno de ellos que era mi amigo y se sorprendió de verme ahí y me condujo a una camioneta para esperar y que estuviera segura. En la parte de enfrente del antro había unos coches balaceados y algunas personas muertas, en aquel tiempo la prensa y los medios estaban controlados por lo que los hechos no se hicieron públicos. Al caminar por entre los vidrios y los cartuchos percutidos me di cuenta de algo que hizo que mi corazón temblara y casi al borde de la histeria, vi que el coche de mi novio era uno de los rafagueados. Al asomarme al interior lo vi con su cabeza hecha hacia atrás toda abierta de un balazo, estaba completamente cubierto de sangre y eso fue la locura para mí. Grité desesperada en tanto unos agentes intentaban sacarme de ahí. No podía creer lo que había pasado y estaba en shock, la crisis nerviosa hizo que me desmayara y no supe más.

Al despertar estaba en el cuarto que rentaba, entonces me vi rodeada de recuerdos de mi novio. había fotos de nosotros por todas partes. Eso hizo que recordara lo acontecido la noche anterior y corrí para saber que había pasado. En la sala de la casa estaba mi amigo el ministerial haciendo unas llamadas y al verme me abrazó y me dijo que todo estaría bien; pero que mi novio había muerto, que había sido de los primeros en morir al llegar los mañosos, lo habían confundido con un guarura del patrón por estar en el lugar equivocado esa noche. Era imposible, él me había advertido antes de salir del antro y lo había visto con claridad en la entrada y caminando por la calle hasta el callejón, mi amigo me dijo que eso era imposible porque había muerto al instante por los disparos. Me derrumbé en un sillón y comencé a llorar desconsolada, el dolor de su perdida y el hecho que después de muerto, hizo un acto de amor que me salvo de morir o de ser secuestrada, ya que las compañeras desaparecieron y nunca las encontraron. Su funeral fue muy doloroso para mí, no lo he podido olvidar hasta la fecha y no me he casado o tenido otra pareja. Sigo deseando que el donde quiera que ande, esté bien hasta que nos volvamos a reencontrar. Después de aquel evento abandoné la pasarela y terminé la escuela con el dinero que tenía guardado, me fui de la ciudad y empecé trabajar en una buena empresa donde me permitieron seguir con mis estudios de doctorado. A él lo recordaré siempre por que fue mi gran amor. El que aun después de muerto me protegió del peligro.

~Eduardo Liñán



(Si copias o compartes este relato, menciona y cita los créditos correspondientes. Es una condición de honestidad y honradez darle el crédito a quién lo merece)



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