INCUBO

INCUBO (Fragmento)
Escrita y Adaptada por Eduardo Liñan
Relato basado en sucesos reales, inspirado en la leyenda “el diablo y el baile”
Hace algunos años vivía en la ciudad de Tampico; en donde se celebraban bailes muy concurridos en un lugar llamado “la Gruta Azul” un anexo de un hotel conocido como el “Imperial” y que actualmente se encuentra cerrado.

Sin embargo era uno de los principales salones de baile en la ciudad de aquel entonces y una de las principales fuentes de diversión en la ciudad, con la presencia de innumerables señoritas casaderas y caballeros vestidos de traje y sombrero dispuestos a bailar con alguna de las jóvenes que asistían a estos bailes. La finalidad de los asistentes era entablar una amistad y quizá algo más. Los mas aventurados salían en pareja para recorrer la ciudad de noche, terminar en la playa o en algún motel de paso, para afianzar la amistad o tener una noche de amor fugaz.
Siempre me consideré una joven hermosa, me cuidaba mucho y procuraba vestir bien y arreglarme de la mejor manera posible; vivía en una colonia llamada Mainero. Trabajaba como secretaria en una oficina de gobierno, y tenía amigas que asistían frecuentemente a bailes en diversos salones de la localidad, las cuales siempre me invitaban cada que iban. Mas yo nunca aceptaba. Trabajaba de lunes a viernes y prefería quedarme en mi casa los fines de semana cuidando a mi mamá, además de hacer actividades domesticas, sin doblegarme siquiera a los placeres que calificaba de mundanos. Cierto sábado que mi mamá se había ido con una tía, llegaron mis amigas a mi casa y me invitaron a ir a un baile en la gruta azul. Indecisa decidí romper con la rutina e irme a ver cómo era aquello y quizás animarme a bailar aunque no supiera. Así que me arreglé con mi mejor vestido, me hice un peinado alto y me maquillé con pulcritud e incluso me puse pestañas postizas. Mis amigas al verme algunas se sorprendieron y otras me miraron con envidia. Asi que nos dispusimos a irnos al salón, yo estaba ansiosa por conocer y experimentar cosas nuevas.


Llegamos al salón y sentí varias miradas indiscretas que volteaban a vernos; pero sobre todo a mí. Sentí incomodidad y ganas de irme inmediatamente, al sentirme abrumada por el gentío y el morbo con el que me observaban algunos hombres por no ser asistente habitual y deseando una oportunidad de bailar y conocerme. Cuando hice el intento por marcharme, una de mis compañeras me tomó fuertemente del brazo y me jaló con el grupo. No pude sentirme extraña en aquel ambiente de jolgorio y apogeo, donde muchas parejas se movían al rito de las melodías de los Gatos Negros.
Enseguida que entramos buscamos donde sentarnos, y encontramos unos lugares junto a la pared en una hilera de sillas, nos sentamos entre risas y cuchicheos, recuerdo que llevaba un vestido floreado y me había arreglado especialmente para la ocasión, sin parecer soberbia siempre atraía la mirada de los caballeros, cosa que me incomodaba; pero a la vez me hacía sentir bien. En esa ocasión sentí que acaparaba la atención de los jóvenes que me estaban observando, los cuales se acercaban para invitarme a bailar; pero yo me negaba una y otra vez, inventando cualquier pretexto. Me complacía escuchar la música pegajosa de la orquesta, mis compañeras disfrutaban de aquel momento con varios jóvenes que las sacaron a bailar.
De pronto sentí la presencia de un caballero parado en la entrada del salón, iba elegantemente vestido. Con traje obscuro, camisa de seda, zapatos de charol, guantes blancos y un sombrero de fieltro. Tenía una mirada muy penetrante, su aspecto arabesco con el bigote finamente rasurado y su porte varonil hicieron que clavara mi mirada en ese hombre tan apuesto, de aspecto tan diferente a los demás. Estaba solo y sonreía con éxtasis mostrando sus dientes perfectos y blancos. Varias de las jóvenes incluyendo mis amigas adivinaron que se trataba de un hombre de dinero en busca de pareja.Por lo que hicieron hasta lo imposible por llamar su atención. Mientras yo estaba embelesada por su percha.
Mientras que los músicos iniciaban los primeros compases del danzón Nereidas, este hombre recorrió su mirada en todo aquel sitio hasta que sus ojos se clavaron en mi, sonrió de manera pícara y enseguida se dirigió a mí; tan caballero y tan galante como solo aquel hombre podía ser, y me habló con una voz dulce, lenta y cadenciosa. Extendiéndome su mano enguantada me invito a bailar. Yo estaba hipnotizada por aquel hombre y solo dije: “si” sin pensarlo.
Ya estando en la pista de baile no pude evitar preguntarle por que usaba guantes con el calor que hacía a lo que gentilmente me respondió con su voz de seda:
-Es para no dañar su piel de durazno señorita- y sonrió maliciosamente, poniendome nerviosa y haciendome sudar.
Aquel halago y la sensación de tenerlo tan cerca provocó en mi, un ligero escalofrío en todo mi cuerpo y me acerqué más al hombre, mientras el apretaba mas mi cintura a medida que iba sonando la música. No sé cuánto tiempo pasó; bailamos danzón, boleros, chachachá y no sé que otros ritmos que desconocía. El llevaba el paso, y así llego el final del baile cuando marcaron el final del entretenimiento. Entonces encendieron las luces y pregunté la hora. Sacando un reloj de oro de su bolsillo me respondió con dulzura.
-Unos minutos y serán las 12 de la noche.
Pensando en que ya era algo tarde, agradecí las atenciones y me dirigí con mis compañeras, las cuales me miraron con un gesto de envidia y reproche, por haber acaparado al mejor partido de la noche. Comenzamos a retirarnos con la demas gente y al estar en la calle algunos esperabam carro y otros iban caminando en diferentes direcciones queriendo seguir la fiesta, yo le pedi a una compañera que me acompañara a la casa y esta sugirio irnos todos juntos. Otras compañeras habían conseguido una pareja y el plan era seguir el baile en la playa, ya que allá cerraban a altas horas de la madrugada. Yo no quería, asi que nos fuimos caminando. En la esquina vi que estaba el caballero con el que habia bailado fumando un cigarro y al cruzar las miradas se sonrió y senti una corriente eléctrica recorrer mi cuerpo. Al llegar donde estaba, baje la cabeza deseando que no me hablara y este lo hizo, pidiendome que lo dejara acompañarme, antes de que pudiera negar con la cabeza, una compañera contestó que si y nos presentó, yo nerviosa pe extendí mi mano temblorosa y el tomó y la besó con una caballerosidad inusitada. Que hizo que me sintiera halagada.
Salimos de aquel lugar y comenzamos a caminar por las obscuras calles, platicando de cosas sin importancia, yo miraba esos ojos claros que tenia aquel hombre y en cada paso me enamoraba un poco, continuamos nuestro camino hacia uno de los puentes que cruzaban el canal de la cortadura. La noche estaba despejada y no había luna. Caminamos algunas cuadras hasta llegar al canal de la cortadur.

El caballero y yo íbamos platicando acerca del baile mientras caminábamos lento y yo esperaba que mis amigas se adelantaran y nos dejaran un rato a solas y así fue. Ya casi llegando a mi casa, aquel hombre me miró con tristeza y en tono de disculpa me dijo que tenía que marcharse, que un asunto urgente reclamaba su presencia. Yo lo miré y noté algo inusual en él; su rostro había cambiado extrañamente y de pronto sentí como una neblina inundaba las calles, hasta que ya no podía ver a mis amigas a lo lejos, me asusté un poco; pero aquel hombre se acercó a mí con ansias indefinibles y se despojó de sus guantes. En ese instante me tomó de la cintura y me apretó entre sus brazos, mientras me besaba furiosamente, yo no me negué a aquel placer, nunca había sido besada y en aquel beso tan solo me perdí no se por cuánto tiempo y me desvanecí.
Lo último que recuerdo de esa noche es que mis amigas trataban de despertarme de mi desmayo, estaban histéricas diciendo no se qué cosas. El hombre había desaparecido dejando tras de sí sus guantes, yo me hallaba aturdida sin saber que había pasado. Me levantaron y me ayudaron a caminar, al llegar a mi casa me percaté que mi ropa estaba desgarrada de mi cintura y espalda. Al revisarme noté con inquietud que tenia grandes moretones donde se había rasgado la ropa la cual tenía además de un extraño y fuerte olor como a azufre. Ni mis amigas ni yo nos explicamos que sucedió y preferimos mantener el secreto.
Seguí yendo a los bailes tan solo para encontrarme con aquel hombre y tener una explicación; pero jamás lo volví a ver, al menos en esas ocasiones. Lo mas extraño es que los meseros y gente que comunmente asistia al lugar, jamás habian visto a ese hombre. Me di por vencida y no sabia si queria ver a aquel hombre por una explicación o por volver a encontrarme con él. Tiempo después murió mi madre y algo en mi se fue con ella. Mi mamá era muy religiosa y tenía muchas cosas santas en su recámara y por toda la casa, cosas que tuve que retirar ya que me la recordaban, me ponían triste y melancólica. Pasó un tiempo después de que ella se fuera y comencé a tener sueños con aquel hombre, lo soñaba frecuentemente.

Soñaba que me besaba, que venía y se metía en mi cama y me tocaba íntimamente. Cuando llegaba a esta parte del sueño, despertaba asustada, sudando, con el corazón palpitando y excitada, con mi intimidad húmeda; pero tenía miedo, ¿Qué era aquello? No lo sabía explicar; pero lo disfrutaba de alguna forma, al principio oraba a Dios para quitarme aquello; pero cuando me sentía sola, tan solo esperaba a que llegara la noche para poder hundirme en mis sueños. Lo más extraño ocurrió la última vez que lo soñé, el estaba en el quicio de mi puerta mirándome dormir; mientras él se acercaba vi que estaba desnudo y con su sexo excitado. Yo lo veía; pero no podía moverme y cuando quise despertar el puso sus labios para besarme con aquella fuerza con la que me beso la primera vez. Sentí como me tomaba y me hacía el amor, no sentí dolor o temor, me dejé llevar. Era mi primera vez en mis sueños, y no sabía cómo explicar lo que sentía; pero era sumanente placentero sentir su hombria como me abria las entrañas y me las envenenaba con la cadencia de sus caderas, que se movian con indulgencia entre mis piernas, al tiempo que me besaba con dulzura y apretaba mis pechos que se derretian entre sus manos suaves, aquello duraba una eternidad y sentía una explosión dentro de mi cuerpo que me hacia gritar de un inmenso placer, que hizo que temblara y me quedara tendida y sin fuerzas. Después de que él se levanto de mí y me miró con una mirada triste, intuía que no lo volvería a ver. Cuando desperté, vi con horror que mi cama estaba manchada de sangre y era yo, había sido desvirgada. No sabía que estaba pasando, sentí un terror tan indescriptible y después del terror siguió la humillación y la vergüenza.

Me fui a bañar tratándo de quitarme aquellas sensaciones y aquellas caricias que ahora me hacían daño; pero sobre todo, aquel hedor a azufre y podredumbre que se quedó impregnado en mi. Quemé todo, cama, sábanas y colcha. Esa noche oré con devoción para que aquello ya no me sucediera mas, y saqué una cruz de madera de mi madre que era milagrosa y la puse en mi dormitorio. Desde ese entonces ya no volví a soñar nada, dejé de frecuentar a mis amigas y mi vida ha seguido igual, nunca he permitido que ningún hombre me toque o me corteje, he vivido sola este tiempo y así pienso morir, quizá es mi penitencia, quizá una parte de mi quiere quitar el crucifijo y volver a soñar con aquel hombre y sentir de nuevo esas caricias que me deleitaban. Lo hice una vez; pero eso me condenó a vivir una terrible experiencia que casi acaba mi vida ; pero ese es motivo de otra historia.
~Eduardo Liñán



Continuara……………

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