LAS VOCES Relato basado hechos reales

LAS VOCES
Relato basado hechos reales contado por: Raúl Ramos
Escrito y Adaptado por Eduardo Liñán

Tendría unos 18 años y en aquel entonces iba a la preparatoria y regresaba a mi casa ya de noche y bastante agotado, como vivía en la ciudad de México. el trasladarte de un lugar a otro implicaba mucho tiempo y era agobiante. Al llegar saludé a mi mamá y me sirvió algo de cenar que apenas probé y dejé todo en la mesa, arrastrando los pies me tiré en mi cama y así que me quedé dormido. Nunca tuve un sueño tan pesado como el que les voy a relatar y tan detallado. Tanto, que recordaba todo con mucho detalle aun después de despertarme, incluso aun en estos días lo puedo recordar como si lo acabara de soñar.


En mi sueño caminaba por una colonia muy lujosa de casas grandes y con detalles caros en sus fachadas, a mi lado iba una persona que me decía hermano y yo lo identificaba así. (tengo un par de hermanas no tengo hermanos) el día parecía soleado y las calles muy tranquilas. Veníamos en la camioneta de mi papá y hablando tonterías de jóvenes, planeando ir por alguna jovencita y llevarla a pasear. Mi supuesto “Hermano” se reía y le subía a la música haciendo que todo el interior de la camioneta retumbara por el sonido. Al incorporarme a una calle larga y sin casas. De pronto todo quedó en silencio y al voltear pude ver que el que era mi hermano me veía con un gesto de odio, aunque parecía tranquilo. El silencio fue roto por su voz que preguntaba algo inusual : “Jorge, desearía saber qué pasó con el maestro Carlos…”

En ese momento el clima soleado se tornó obscuro y nubes negras relampagueantes nos rodearon, los estruendos de los relámpagos parecían romper todo y cuando la obscuridad se cernió sobre nosotros ya estaba en la calle, completamente solo, sin personas y el supuesto hermano. Sentí un terror profundo de verme rodeado por obscuridad y nubes relampagueantes. En eso mi entendimiento me sugirió algo que recuerdo perfectamente, sentí que estaba en el cuerpo de otra persona, sabía que era yo el que estaba parado ahí solo; pero mi cuerpo era una especie de capullo que me rodeaba y al tratar de verme en algún reflejo me daba cuenta que no era mi rostro, ni mi cuerpo. En eso me preguntaba ¿Quién era? y una voz en mi cabeza decía: “Carlos”.

En eso me sentí paralizado de ver que de entre las sombras del piso iban surgiendo unas figuras negras que vestían túnicas negras, estas eran una sola pieza terminadas con una capucha puntiaguda que no tenían agujeros para los ojos, en total surgieron 6 figuras negras que solo estaban ahí paradas viéndome temblar de miedo, cuando comenzaron a caminar velozmente hacia a mí, la huida fue frenética y casi me daban alcance cuando se paro frente a mí una especie de camioneta de donde surgieron otros encapuchados y me subían a ella con lujo de violencia, me golpearon y me dejaron sangrante en tanto me decían con una voz tranquila y melosa.

“No te preocupes, muy pronto estarás ante la presencia de Lucifer…”

El pánico en mi era tal que intentaba zafarme de todas la maneras posibles de su aprisionamiento, no sé cuando tiempo pasó; pero en instantes ya estaba parado en un camino rodeado de velas negras que iluminaban un sendero que conducía a un jacal en donde había más encapuchados, lo más inquietante eran esos gorros con punta que los hacían ver más siniestros. Los que venían martirizándome me condujeron a rastras por ese camino y me dejaron en el interior, donde otros tipos dibujaban un pentagrama en torno a mí, comenzaron con canticos llenos de gozo, me miraban y me decían que no me preocupara que estaría pronto con el padre. No terminaba de presenciar eso cuando sentí algo en mi vientre, algo helado y punzante que me hizo sentir mucho dolor y temor. Al mirar que era, me di cuenta con horror que uno de los encapuchados me había clavado un enorme cuchillo en la panza, sentí el golpe tan profundo que tocó mis vertebras, en un movimiento rápido el verdugo movía de un lado a otro la daga y abría mi estomago dejando salir un chorro de sangre que se regó por el piso y mis intestinos que evaporaban el calor interno.

No pude soportarlo más y desperté sudando y temblando de miedo por esa pesadilla. Poco a poco me di cuenta donde estaba y me revisaba la panza. Respiré aliviado pensando que había sido un sueño y que todo había sido producto de mi cansancio, tenia la luz encendida y aun estaba vestido, así que me relajé y me preparé para volver a dormir y apagué la luces. No acababa de presionar el apagador cuando escuché el rechinido de unas llantas al exterior de la casa, y escuché que estaban levantando a alguien. Esa persona luchaba con fuerzas por qué no lo metieran al vehículo, gritaba con terror y desesperación que lo ayudaran, yo estaba paralizado sin poder moverme, deseaba observar; pero no quería que me vieran. Se escucharon golpes, aullidos de dolor y estruendos en las cortinas de los negocios que había por un lado de mi casa.

Lo más inquietante fueron las voces. Eran una voces roncas y estruendosas que parecían hablar en otro idioma, un lenguaje incomprensible con acento de Europa del este. Todas hablaban al mismo tiempo haciendo aun más inquietante el momento. Cuando se dejaron de escuchar los ruidos y las malditas voces gritar, pasaron unos segundos. Yo con cautela me asome a la ventana, y sentí la adrenalina correr cuando vi que los tipos que estaban levantando a una persona eran los encapuchados, esos gorros negros en forma de cono sobre su cabeza eran inconfundibles, pensé que aun soñaba; pero la realidad me estampó en el rostro cuando metieron al hombre en el maletero y se subieron todos al vehículo, que era una van de color negro. Arrancaron e imprimieron velocidad y se perdieron en una avenida transitada. Luego de aquel momento extraño me senté en la cama a meditar sobre lo que había pasado y me acosté intentando dormir; pero no pude.

Fue hasta que rayo la luz del sol que pude por fin dormir, era sábado y me levanté ya por la tarde, mi mamá hacia de comer y me senté con ella contándole lo que había visto en la noche anterior. Ella dejó lo que hacía para decirme que también los había visto a esos tipos de negro raros, subiendo a un pobre hombre; pero le dio miedo. Era demasiada casualidad y por un momento pensé que el hombre que levantaron era el Carlos de mi sueño. La respuesta me llegó días después al leer una nota de un diario de internet. En las inmediaciones de un rastro en el estado de México habían encontrado los restos de una persona, había sido acuchillada y le sacaron los intestinos con los cuales lo estrangularon. Eso no era extraño en ese lugar era común que mataran gente a diario. Lo extraño sucedió después al cenar con mi mamá, me dijo que platicando con la vecina, su ex esposo era el dueño de uno de los locales de los alrededores y vivía en un lujoso fraccionamiento cercano, además era maestro de una vocacional. Lo encontraron muerto cerca de un rastro, al escuchar lo relacioné con la noticia y sentí nauseas al enterarme que era el mismo hombre, su nombre : Carlos Méndez.

Por esa noche no pude dormir pensando en todo eso. En que mi sueño se había hecho realidad y que quizás pude advertir lo que pasaba, he vuelto a soñar muchas veces esa situación con personas distintas, los mismos encapuchados y las mismas situaciones de asesinato; a veces me daba cuenta por las noticias; pero otras no quería enterarme. No sé cómo llamar a esta condición. Pero siempre que sueño con los tipos de negro, alguien cercano muere.

Si vas a copiar y pegar el relato menciona los créditos correspondientes de autor – relator y menciona la fuente donde lo tomaste, eso me ayuda a seguir publicando. Gracias.
Derechos de contenido reservados 2017 Eduardo Liñán. https://www.facebook.com/elrincondelmastuerzo/

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