DESPEDIDA - Relato basado en experiencias reales

DESPEDIDA (#412 – 09/08/2017)
Relato basado en experiencias reales de: Lizeth L. Olveran
Escrito y Adaptado por Eduardo Liñán.

Me desempeño como médico general en una clínica de la Ciudad de México, y he visto un sinnúmero de situaciones tristes, milagrosas y hasta extrañas en las que la razón no les haya explicación. Hace tiempo cuando realizaba mi servicio social en uno de tantos hospitales generales. Conocí a un joven médico que al igual que yo realizaba sus prácticas en el mismo lugar. De trato amable y de sobrado interés por el servicio, de tal suerte que mantuve una estrecha y sincera amistad con él. Nuestros lazos comenzaron cuando estuve en el área de urgencias y posteriormente fui reasignada a otra área del hospital sin embargo continuamos viéndonos, aunque con poca frecuencia por nuestros turnos.


Fue hasta que un día que firmaba un pase de salida con la médico responsable del área donde estaba que sentí una rara sensación que no había sentido desde hace mucho, era una opresión un presentimiento de algo malo; pero obvio no sabía que, aquello solo podía significar que alguien cercano iba a morir o enfermar y así fue. Apenas terminé de sentarme en una silla para mitigar la abrumadora sensación cuando una médico compañera de él entra en la oficina con una mala noticia. Mi amigo había sufrido un serio problema cerebral y se encontraba grave, de tal manera que lo internarían en el área donde estaba de turno y que estaría a cargo de la doctora que me firmaba el pase. Así de incierto era el destino y eso me produjo una opresión en el pecho que me hizo estremecer de tristeza, recuerdo que era un fin de año.

La triste tarea de revisarlo me tocó a mí, estaba en observación con sus ojos cerrados y hacia ruidos con su boca intentando decir algo, sus movimientos eran torpes y no reconocía a nadie, el atenderlo era una tortura para mí, sentía que me iba a derrumbar y más porque en su condición no mejoraba, el diagnostico era desalentador, su cerebro tenía un daño progresivo e irreversible. Al paso de dos agobiantes semanas un 31 de diciembre que llegaba a mi turno me informaron que mi amigo no lo había logrado y finalmente murió. Algo en mí se quebró, estaba abrumada y aguante el llanto lo más que pude durante todo el turno. Al salir lo primero que hice fue comprarle unas flores y llevárselas a donde lo estarían velando para darle el último adiós.
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Al llegar a la funeraria serian como las 2 pm y extrañamente no había nadie en las capillas velatorios. El lugar era muy lujoso con muchas prestaciones para los dolientes. El estar en las salas era muy confortable y silencioso. Al estar frente a la sala donde estaba su ataúd no evite sentir el aire helado que salía del clima y sentí que me empequeñecía al verlo ahí. Me fui acercando poco a poco y mientras caminaba una rara sensación me invadió de nuevo, no quería verlo tendido; pero sería la última vez que lo podría hacer. Decidí dejar las flores por un lado en un florero vacío, era extraño pero no había ninguna corona o arreglo como era lo habitual. Escribí una nota de despedida en un libro que había ahí para tal fin, mientras lo hacía, un duro sentimiento de perdido hizo que me sentara en uno de esos cómodos sillones y lloré mi duelo.

Tenía mis manos en el rostro y pensaba en el momento que conocí a mi amigo, recordaba y de pronto esa visión fue interrumpida por un crujir muy fuerte, fue el sonido de algo romperse que me alertó y al levantar la mirada no vi nada que se haya caído o roto. Me quedé en silencio y una vez más escuche el crujido, entonces para mi sorpresa me di cuenta que el ruido venia del interior del ataúd, aun no terminaba de digerir la impresión cuando escucho de nuevo el ruido; pero esta vez noté que la tapa del féretro se movía como si algo en el interior tratara de salir, eso hizo que me pusiera de pie alertada. Era imposible, eran mis nervios; caminé lentamente hacia el ataúd para cerciorarme y antes de que pudiera asomarme, escuche otro ruido atrás de mí. Al voltear vi que todo estaba apagado, la cocineta donde estaba una cafetera humeando, un par de baños cuyas luces permanecían apagadas, al principio pensé que alguien había llegado; pero solo se escuchaban murmullos en el exterior, estaba sola. Sentí un frío que me incomodó; la sala climatizada parecía un congelador y no podía subirle, así que me abrigué con mi saco y volví al sillón.

Al darme la media vuelta, me quede paralizada, sentí por un momento que mis piernas no me respondían y que de un momento a otro iba a caer ahí desmayada, mi corazón comenzó a latir fuertemente y sentí que se me salía del pecho. Frente a mi parado a un lado del ataúd se encontraba él, mi querido amigo muerto permanecía estático, rodeado de una especie de vapor blanco que parecía envolverlo como una vestimenta etérea que llegaba hasta el piso, su rostro era totalmente pálido como si el color en él hubiera desaparecido y fuera un punto gris sobre la realidad, sus enormes ojeras contrastaban con un par de ojos grises que se hundían en las cuencas de su cabeza. Y lo peor era ese semblante de tristeza y desorientación con el que me miraba fijamente, esa sensación me invadió y sentí que quería llorar y gritar; pero no de horror sino de aflicción.

El tiempo se detuvo para mí, no sé cuánto tiempo estuve mirando aquella visión fantasmal y mi cuerpo estaba pasmado sentí deseos de desmayarme, tirarme al piso o salir corriendo todo al mismo tiempo, tenía un conflicto interior al tratar de controlar mi terror, la impresión y la ansiedad de no saber qué hacer. Pasaron unos minutos y unas voces a mis espaldas hicieron que reaccionara de inmediato y volteara a ver de donde provenían. Sentí una breve sensación de alivio cuando vi entrar a varias personas a la sala al parecer familiares, al volver a ver al ataúd, el ánima de mi amigo había desaparecido. Luego de dar el pésame a los familiares, poco a poco se fue llenando el recinto de personas, estuve unas 2 horas en el lugar hasta que me marché a mi casa. Fue el peor fin de año de mi vida, estuve de guardia en el hospital y al salir quería descansar, eran las 2:30 am y apenas entré en mi habitación de nuevo me invadió esa sensación de intranquilidad y mi mente rememoro lo que había acontecido en la funeraria y desperté, en medio de la obscuridad y en el frío tremendo de mi cuarto.

Y de nuevo estaba parado frente a mi cama, observándome con el mismo gesto de desconsuelo. Estático y con la misma vestimenta etérea el borrón de la realidad que emanaba de él no me causó tanta impresión como la primera vez, solamente se presentaba y con la misma desaparecía, así estuve como por 3 meses, sintiendo su presencia y a veces presentándose ante mí, en el hospital no había diferencia, a veces lo podía ver caminar entre los pasillos, apresurado, como si en realidad estuviera vivo e hiciera lo que cotidianamente hacía; revisar sus pendientes y atender enfermos. A veces notaba que se paraba atrás de mi o de los médicos encargados como si en realidad estuviera atento de los procedimientos.

Todo lo anterior estaba volviéndome huraña e intranquila, siempre tuve una condición para ver o escuchar cosas; pero jamás ver literalmente el ánima de una persona materializarse como lo hacía mi amigo muerto. Era agobiante verlo a casi todas horas y en cualquier sitio. Desesperada y sin saber que hacer pedí ayuda para ayudarle a descansar en paz. Unas personas que se dedicaban a estas cuestiones me dijeron que lo primero que debía hacer era aceptar su muerte y le dejara de llorar, era cierto lo hacía casi a diario como llamándolo y deseando que estuviera conmigo. Después durante la noche encendí una veladora blanca e hice una pequeña oración en la que me despedí de él y le dije que necesitaba que descansara en paz, que de verdad me dolía su partida y le prometí que lo recordaría por siempre y que lo llevaría en mi corazón. Esa misma madrugada de nuevo lo volví a ver, parado frente a mi cama, silenciosamente y luego de un rato de verlo, me di cuenta en que su rostro no había ese gesto de angustia, en cambio se veía tranquilo. Luego de unos segundos se desvaneció ante mis ojos. Nunca más lo volví a ver en mi habitación o en el hospital y siempre lo recuerdo con mucho amor y nostalgia.

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