43 Relato basado en experiencias reales

43
Relato basado en experiencias reales de Ricardo Zambrano
Escrito y Adaptado por Eduardo Liñán

Trabajo como policía en Bogotá, Colombia y ostento el rango de patrullero. Muchas veces he tenido turnos de noche en donde me he enfrentado a situaciones extrañas y sin explicación. En la policía se nos asignan “cuadrantes” que no son más que una determinada cantidad de manzanas en las que se divide la ciudad y nuestra labor es patrullar esas calles en vehículos o en motocicletas según sea el caso. A mí en lo particular me ha tocado hacer rondín zonas despobladas y rurales a las orillas de la ciudad en donde solo hay obscuridad y pobreza.


Sin embargo durante un patrullaje me sucedió algo raro que puso en alerta todos mis sentidos y entendimiento. Sería un lunes por la noche y había llegado a la estación temprano, me preparé y me dispuse a recibir el turno y la orden del día. El turno comprendía de las 9 pm a las 7 pm. A todos se nos asignaba un vehículo o una motocicleta según la zona del cuadrante a cubrir; así que anoté la identificación de la patrulla y en la orden nos habían asignado 2 cuadrantes, el que nos tocaba cubrir habitualmente y el 43 cuyo titular había pedido permiso y el otro patrullero estaba de vacaciones. Así que mi compañero Arias y yo, abordamos el Renault Duster y manejé hasta nuestro primer cuadrante en tanto Arias revisaba una vez más el orden del día y los procedimientos, él siempre fue un policía ejemplar y celoso de su deber.

Luego de terminar en nuestra zona nos enfilamos al 43 el cual era una zona de mucho monte y terrenos baldíos llenos de basura y malvivientes, con calles difíciles de transitar y en penumbras, seria ya de madrugada cuando sentí mucho cansancio, durante el día no había dormido lo suficiente, mi cuerpo estaba tenso y el sueño me invadió, en esas condiciones era imprudente continuar así que le pedí a Arias que estacionáramos para poder descansar un poco y que se ocupara de la radio y de los casos apremiantes en donde se requiriera nuestra presencia. Arias me apoyó, yo antes lo había hecho así que no hubo mayores problemas. Apenas acomodé la cabeza, mi mente comenzó a divagar en tanto agarraba el sueño, eran las 2:43 am.

En el lugar donde habíamos estacionado, meses atrás atendimos un reporte varios compañeros. Había ocurrido un horrible accidente en donde un “auto fantasma” había arrollado a una anciana haciéndola pedazos y dejando sus restos en el pavimento. Después con el tiempo comenzó a circular un rumor acerca que de ese hecho. Algunos patrulleros afirmaban haber visto a la anciana del accidente deambular por el área, de vestimentas vaporosas y de cabellos canosos que se aparecía por las inmediaciones causando asombro a los compañeros que al seguirla se desaparecía ante sus ojos.

Pensaba en eso cuando el sueño me venció y dormité, un espasmo y un sentimiento sofocación me despertó y me vi dentro de la patrulla, Arias no estaba en su asiento y al ver el reloj eran las 2:53 am, sentí que dormí mucho tiempo. Sin embargo seguía cansado. Bajé de la unidad y un golpe de frio me invadió, tanto que me puse la chamarra al no poder soportarlo. Al iluminar con los faros y mi lámpara de mano para buscar a mi compañero, no lo vi por ningún lado, mas allá de la luz de los faros, solo era obscuridad. Decidí entonces marcarle a su celular y me mandaba al buzón. Me puse tenso y acaricie mi Beretta, volví a marcar y a lo lejos escuche el tono de su celular que repiqueteaba rompiendo el silencio sepulcral del lugar. Sentí alivio cuando escuche que estaba cerca; pero algo andaba mal porque no me respondía. En esa zona había mucho malandro y temía que hubiera atendido una emergencia y fuera emboscado sin mi apoyo. Apenas iba a marcar de nuevo cuando el teléfono me marco 5% de batería, casi por impulso me subí al vehículo para conectar el móvil, luego de mucho esfuerzo por fin pude conectar la pequeña entrada del cable al alimentador y al alzar la mirada y ver que a lo lejos se iluminaba el monte, noté que por un lado estaba parada una persona. De reojo lo primero que me percaté, es que era una mujer, y vestía de blanco… Me quedé pasmado y tragué saliva, se me vinieron a la mente esos pensamientos de la anciana muerta y dudé en voltear; pero mi curiosidad ganó y voltee repentinamente. La mujer estaba a unos centímetros del vidrio y sentí un escalofrío cuando la vi, comencé a sudar frio y me habló. Con una voz muy clara, su aspecto pálido denotaba que a pesar de la edad y el cabello canoso, parecía joven y con unos ojos grises inquietantes.

Me pidió llevarla a algún lado, por supuesto que no podíamos hacer eso y antes de que pudiera responderle se sonrió y camino hacia atrás para perderse en la obscuridad del monte que estaba por un lado del camino, lo extraño es que al desaparecer parecía que se apagaba como si de ella emanara una luz.

Al comprender lo que estaba ocurriendo, cerré fuertemente mis ojos y mi corazón se salía del pecho. Unas gotas de sudor me recorrieron el rostro y empecé a temblar de miedo. Tenía que vencer mi miedo, así que respiré hondo y baje rápidamente de la unidad sacando mi Beretta y apunté con ella apoyándome en la lámpara de mano que iluminó la zona donde había desaparecido aquella mujer.

En eso escuché el crujir de ramas a mi derecha y apunte con el arma y la lámpara, al ver que era mi compañero dejé de apuntar y respiré tranquilo. Venia caminando con el arma desenfundada y su aspecto era de preocupación y su rostro pálido confirmaba su estado alterado. Al llegar me dijo sin decirme nada que subiera al vehículo y que arrancara. Así lo hice pisé a fondo el acelerador y salimos corriendo de ahí. Luego de conducir por un rato, paré y me quedé viendo a mi compañero que venía muy tenso y nervioso. Luego de que se calmara y sin que lo preguntara comenzó a decirme que mientras dormía había escuchado algo entre el monte, como unas voces y ruidos que hicieron que bajara del vehículo a investigar. Se metió entre el monte con el arma desenfundada. Al no encontrar nada enseguida escucho el timbre del teléfono y mejor se devolvió por donde había entrado y al ver el vehículo, me vio a mi dentro y afuera estaba la presencia de la mujer que se agachaba para hablar conmigo. El verla al principio no le produjo nada; pero a medida que se acercaba notó que su vestimenta blanca era algo etéreo que parecía transparentarse en la realidad y peor aún levitaba en el aire ya que no tenía ni pies ni piernas. Y enseguida de esto se fue retirando hacia atrás para desaparecer en la obscuridad.

Nos había tocado ver a la anciana atropellada, y no podíamos creerlo. Quedamos en no contarle a nadie lo sucedido y son pocos los que han durado en cubrir el cuadrante 43, ya que todos los patrulleros han sido testigos de esta aparición.

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