LOS CHENEQUES HISTORIAS

HISTORIAS ORIGINALES (SIN EDICIONES NI ADAPTACIONES)
LOS CHENEQUES
POR CARLOS JAVIER ESTRADA

Esta Historia le ocurrió a mi padre hace más de cuarenta años, cuando solo Él era un niño, yo soy de una ciudad de Tuxtepec en el norte de Oaxaca, cuenta mi padre que antes de convertirse en una gran urbe, Tuxtepec era una zona de platanares al igual que san Bartolo, un poblado vecino separado solamente por el rio Papaloapan, cierto día mi abuela (Q.E.D) le encargo llevarle el almuerzo a mi abuelo que estaba trabajando en las plataneras de san Bartolo cargando camiones de plátano para llevarlos a vender al mercado, pero para llegar a la rivera del rio tenía que cruzar una platanera cuyo camino serpenteaba y cruzaba el terreno donde actualmente es una secundaria técnica, el llevaba un morral con guisado, carne y algunas tortillas, muy tranquilo fue caminando por la platanera, llegando a medio camino noto que los árboles se movían, lo curioso es que no hacía nada de viento, el sol había sido tapado por una gran nube cuando tan solo 15 minutos antes estaba a todo lo que daba, el siguió sin detenerse, de pronto escucho unas risas de niño que venían de entre los árboles, mi padre pensó que eran unos de sus amigos , ya que varios de ellos Vivian cerca de esa platanera.


Siguió y a lo lejos vio la orilla del rio, y de repente escucho las risas otra vez, pero también vio como la cabeza de un niño se asomaba por la parte del medio de la cerca de alambre de púas, mi papa lo describe como un niño de curtida piel morena, unos ojos grandes y de un negro brillante y cabello largo y enmarañado que parecía que se le hacía una especie de rasta, sonriente lo miraba y mi padre por más que quería ignorarlo no podía, le inquietaba pero a la vez le daba risa, y no era una risa ocasional, sino como si había visto algo realmente cómico, ese niño de repente desapareció entre el monte y mi padre siguió su camino, pero como a 30 metros más adelante el mismo niño volvió asomarse, pero en esta ocasión y para sorpresa de mi papa aparecieron 2 niños más, uno parecía una niña pequeña ya que su rostro tenia facciones más finas y su cabello era más largo, mi padre siguió caminando y por fin, llego a la orilla del rio, allí estaba un hombre que cruzaba pasaje en una lancha, mi padre fue hasta él y se apresuró a subir, en eso le pregunto el señor; -“Porque volteas tanto niño”- a lo que mi padre le contesto inocentemente ; -“estoy esperando a esos niños que venían conmigo, de seguro van a bañarse al rio o a pescar”-
El señor le pregunto cómo eran esos niños, de pronto mi padre los señalo diciendo; -“mire, allí están en ese banco de arena”- pero el señor no vio a nadie, y se produjo un silencio espectral, y tan rápido como pudo desamarro la lancha y se alejó de la orilla, mi padre lo noto muy nervioso, a lo que le pregunto qué porque no subió a esos niños, a lo que el lanchero le dijo –“Esos no son niños, son los chaneques”-.

Al llegar a san Bartolo, mi abuelo lo esperaba muy molesto por la demora, mi papa solo se le quedaba viendo con una expresión estupefacta, el lanchero se le acerco y hablo con él, hablo de lo que había pasado, mi abuelo no lo creía, y lo mejor fue que mi papa se quedara a ayudarlo en la platanera, ya eso de las 6 de la tarde regresaron a la casa de mi abuela, montados en un carretón, mi abuela estaba casi igual de molesta que mi abuelo en un principio, pero mi abuelo le explico lo que le había pasado a mi papa, ella asombrada se persigno y abrazo a mi papa, desde ese momento mis abuelos decidieron que tirso, el ahijado de mi abuela, fuera quien le dejara la comida a mi abuelo en el trabajo, ya que tirso era unos 5 años mayor que mi papa y además sabia como evadir a estos seres infernales, hoy en dia todo esta muy cambiado, la platanera desaparecio y solo queda la mayor parte en san bartolo, pero dicen los amigos de mi padre que se dedican a trabajar la tierra, que en sus parcelas los han visto y que juegan entre las ramas de los árboles, se comen los plátanos maduros y desaparecen al llegar a las orillas del rio Papaloapan.

~Carlos Javier Estrada

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