Intruso Relato real

INTRUSO (#393 – 28/06/2017)
Relato basado en experiencias reales de Elías Hernández
Escrito y adaptado por Eduardo Liñán

Chincha, Perú. Octubre de 2008.
Mis tardes después de colegio eran muy amenas en compañía de mis primos. Se había ido el calor de verano y el otoño apenas comenzaba a hacer su aparición con tardes nubladas y algunas veces la llovizna nos sorprendía en la calle jugando hasta entrada la noche. Éramos seis chiquillos y las calles eran nuestras, a veces se juntaban otros niños de las calles vecinas y hacíamos gran quilombo en las calles aprovechando a los calichines que de pronto llegaban para hacerles bromas y mandarlos a hacer travesuras por nosotros.


Teníamos la costumbre de jugar en un área abandonada de casas dañadas por los temblores del 2007 en Perú. La mayoría de las casas habían sido abandonadas por ser un riesgo para vivir. Una tarde en particular aprovechábamos las oportunas ventiscas llegadas del norte para volar cometas, corríamos y las hacíamos levantar hasta surcar los cielos entre risotadas de niños felices. Como mi cometa tenía poca cola, se balanceaba de un lado a otro y finalmente el viento la llevó a caer en el techo de una casa abandonada. A pesar de tener el hilo en mis manos no deseaba jalarla en demasía para no romperla o que se atorara en alguna saliente o varilla.

Sin pensarlo me subí al techo de la construcción, escalando algunas bardas y cornisas, caminé con cuidado por la ruinosa casa. Mientas daba pasos con precaución, el techo de lámina y desperdicios crujía bajo mis pies. Me apoyaba sobre los trabes del techo que parecían ser de caña y estos se pandeaban al no soportar mi peso. Me estiré para tomar mi cometa y casi la tenía en mis manos cuando el techo colapsó. Todo fue muy rápido, cuando caí en el piso terroso de la casa, una nube de polvo me invadió haciendo que perdiera la visibilidad. Sin embargo temía haberme roto algún hueso y pensaba en la cueriza que me meterían si eso resultaba ser cierto. Al revisarme vi con alivio que solo había sufrido raspones y mientras tosía por el polvo tragado, mis primos gritaban en el exterior preguntándome si estaba bien.

Me asomé por una de las ventanas rotas y les dije que todo estaba bien. Al asentarse el polvo miré donde estaba y me sorprendió el hecho de que el interior de la casa no estuviera hecho un desastre, todo parecía relativamente limpio. En el piso solo estaban los escombros del techo que rompí y la habitación estaba en completo orden, por un momento pensé que aún vivía alguien ahí. Las paredes de adobe no parecían cuarteadas o ruinosas por la humedad, estaban limpias. No había mucho en el interior solo algunos muebles que también parecían haber sido usados. Luego de revisar me percaté que en realidad si estaba abandonada la casa, nadie vivía en ella o al menos no durante mucho tiempo; lo extraño era lo ordenado y limpio.
Lo primero que pensé fue en explorarla para ver si encontraba algo de interés como juguetes o algunos muebles que pudiéramos usar en nuestros juegos y así recorrí las habitaciones buscando algo. No vi nada de interés, lo que si noté eran los dibujos raros en las paredes y techo de la casa. Cosas raras que había visto en lugares esotéricos y de brujería; pero no le tomé importancia. Había muchas cajas con objetos sin importancia, pilas de periódicos y libros viejos que estaban repletos de polvo. Decepcionado llegué hasta la última habitación antes de salir y me sorprendí mucho de ver un muñeco en medio del cuarto.

Era una artesanía de barro perfectamente pintada del rostro, tenía la vestimenta típica con un colorido poncho rojo, pantalones tejidos que dejaban ver unos pequeños pies de barro y sobre la cabeza tenía un chullo de color azul que le daba un aspecto bastante llamativo al muñeco. El rostro inexpresivo parecía verme con un par de ojos tan bien pintados que daban una sensación de estar vivos. Estaba parado como esperando. Apenas iba a entrar en la habitación y vi en la pared detrás dela figura, que estaba impresa una mano, como embarrada a propósito. El líquido con que la habían pintado era de color marrón y rojo, pensando que quizá era sangre eso me inquietó un poco. Sin pensarlo entré en la habitación y tome rápidamente al muñeco.

Iba viendo su vestimenta, cuando sentí un cambio en el ambiente. Era como si el calor fuera en aumento y un golpe de viento inundó mi rostro con un hedor pestilente. La realidad sufrió un colapso ante mis ojos y mi mente infantil se cegó ante la presencia de algo que tomaba forma en el pasillo fuera del cuarto donde había tomado el muñeco. Las pesadillas, los temores y las historias contadas por lo viejos para asustar los niños tomaron forma al ver que delante de mi estaba parada la figura de un demonio, su piel roja brillaba por la textura grasosa y el rostro era una locura; ojos saltones amarillentos y una sonrisa morbosa que dejaba entrever una lengua igual de obscena que oscilaba de un lado a otro, se reía de mí y los cuernos que llevaba sobre la frente hicieron que mi corazón latiera fuertemente como querido salir de mi pecho. Al ver que daba un paso, mi paralizado cuerpo reaccionó para correr al lado contrario, lejos de la única salida.

Grité como loco, asustado y me metí en una de las habitaciones del fondo, tan solo me acurruqué y comencé a llorar intentando recordar alguna oración aprendida en el catecismo; pero me fue imposible, tenía mi mente y corazón en terror absoluto. Mis gritos y mi desesperación fueron escuchadas por mis primos que gritaban frenéticamente en el exterior intentado saber que me había pasado. Entre los llantos de pánico, cerré mis ojos fuertemente y cubrí mi rostro con las manos cuando escuché que algo caminaba en el exterior de la habitación, se iba acercado lentamente. Las pisadas parecían escucharse como unos tacones que golpeaban el piso a medida que avanzaban. Cuando mis llantos mezclados con balbuceos se acrecentaron. Aquello parecía estar parado frente a la puerta y solo escuché unos murmullos de muchas voces hablando al mismo tiempo, de entre esas voces pude distinguir una que decía con claridad en mi mente.

“Iré a por ti…”

Yo estaba a punto de quebrarme del miedo cuando un fuerte golpe seguido de algo quebrarse irrumpió en la casa, luego sentí unas manos aferrándose a mí, eso hizo que sintiera aún más pánico y manotee para liberarme; pero una voz familiar hizo que abriera los ojos y el alma regresó a mí al ver que era un maestro de la escuela. Había entrado por la fuerza a la casa al advertir que mis primos gritaban por ayuda. Estando afuera solo comencé a sollozar intentando que nadie me viera, ya que había varias personas congregadas y curiosas alertadas por los gritos y por el tumulto que armaron mis parientes.

El maestro me condujo a mi casa, mi madre al preguntarle que había pasado le dijo que me había quedado encerrado en una de las casas ruinosas y ella me reprendió severamente. Al paso de los días no podía dormir o comer pensando en aquella aparición horrible. Mi mente intentaba dilucidar si lo que había visto, fue real o producto de mi imaginación. Nunca lo supe, mi limitada mente infantil no tenía idea de lo que me había ocurrido; pero cada que pensaba en ello podía sentir el horror en aquella habitación.

Desde que sucedió eso cosas raras me han estado pasando, no frecuentemente. Son sueños en los que me veo rodeado de obscuridad, estando en mi casa, mis familiares lloran y están mal. De pronto aparece ese maldito diablo repitiendo la misma frase: “Ire a por ti…” Despierto súbitamente del sueño, sudando y con el corazón latiendo fuertemente. La última vez fue tan real ese sueño que el ambiente en mi cuarto cambió dramáticamente y eso me asustó tanto que me terminé durmiendo en el cuarto de mi hermano. Mi psicosis llego a tal grado que incluso despierto veía sombras y escuchaba voces susurrantes. Lo peor era por la madrugada que me despertaba y me sentía acosado por algo, mis mascotas todos perros con el tiempo fueron muriendo por causas extrañas, asfixiados o fulminados por fuerzas invisibles. Mis padres no me toman muy en serio, dicen que son cuentos míos y que tengo que acercarme a la iglesia a rezar. Temo por mi vida, ya que a pesar de los años sigo soñando lo mismo; pero las sensaciones de horror cada vez son más frecuentes ahora en la adolescencia. Dejo este testimonio que es enteramente real y lo dejo a su consideración. Gracias por escucharme…

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