KARMA

KARMA
Relato basado en hechos reales.
Escrito y Adaptado por Eduardo Eduardo Liñan

Hace algún tiempo vivía una familia en una colonia en donde la mayoría de las personas se dedicaban a esta actividad. El padre era pescador y salía por temporadas a altamar a sacar camarón. La madrastra era una mujer que le preocupaba mas la vida de sus vecinos que la propia y la de su hijastra, Rosario de 8 años. Desde que se había juntado con el papá de la niña la despreció por no ser suya. La trataba mal y le hacia la peor de las humillaciones a escondidas de su padre. La niña estaba dominada por la mujer para que no hablara, porque si lo hacia su padre moriría, según palabras de la mala mujer. Y al irse su padre el abuso era peor. Golpizas, la mataba de hambre, la humillaba poniéndole hacer actividades en la casa que no eran acordes a su edad, insultos horribles que terminaban por hacerla llorar de impotencia y dolor; pero si era descubierta llorando la mujer la golpeaba con cables o palos hasta el cansancio.


Cierto día, la señora conoció a un taxista en una de sus salidas a las cantinas del centro en donde se perdía los fines de semana, mientras su esposo andaba en el mar. Al calor de la copas y con el deseo concupiscente por tener un encuentro más intimo, le propuso al hombre ir a su casa para desfogar sus ansias de sexo. Así lo hicieron, seria de madrugada cuando irrumpieron en la habitación y comenzaron el escarceo. Mientras se revolvían en la cama, en un torrente de lujuria y deseo. Rosario al escuchar los gemidos sordos de su madrastra, se despertó y fue a la habitación para ver que sucedía, al hacer un lado la cortina que había en la entrada, sintió pánico y una repulsión enorme al ver a su madrastra desnuda y cabalgando en la virilidad de aquel hombre que no era su padre. Se quedó pasmada viendo aquella repugnante escena, en un instante el hombre le dijo a la mujer de la presencia de la niña y se quitó de ella abruptamente haciéndola enfurecer y al ver a su hijastra la ira salió a flote y comenzó a golpearla, la brutalidad de la mujer no alcanzó limites hasta que el hombre intentó calmarla y esto la hizo enfurecer aun mas. Por lo que corrió al frustrado amante en turno y se quedó sola con la niña que corrió a su pobre cuarto a esconderse llorando y en pánico total.
Cuando por fin cerró la puerta y miró con morbo enfermizo la habitación donde lloraba la niña. Ciega por el odio, caminó con un cinto en la mano para arremeter en contra de la asustada infante. Al llegar a la habitación notó que lloraba; pero estaba escondida debajo de la cama y rodeada de muebles que se había colocado para que la mujer no la alcanzara, eso hizo que el instinto asesino resurgiera en su madrastra, por lo que corrió a la cocina y puso a hervir una olla con agua. Cuando vio que el agua comenzaba a burbujear de lo caliente, la tomó con un par de guantes y se dirigió a la habitación, sin miramientos y sin conciencia, vio el rostro asustado de la niña por entre las tablas de la cama y le arrojó el agua hirviendo para que saliera de su refugio. Los aullidos de dolor rompieron el silencio de la noche y algunos vecinos alertados salieron para ver el motivo del escándalo. Dentro de la casa, la niña se retorcía del dolor y la carne de su rostro comenzó a desprenderse, mientras que la iracunda mujer quitaba con violencia los muebles y la cama, en un intento por hacerla callar, la golpeó en el cuello con sus pies y la pisoteo hasta que se quedó en silencio y con el cuerpo lacerado, agonizado hasta que dejo de respirar.

Jadeando, la mujer se quedó sentada viendo su horripilante obra y pensó de inmediato la forma en cómo saldría librada de todo eso. Así que arrastró el cadáver a la cocina y colocó todo de forma que se viera como un desafortunado accidente. Después salió a la calle y vio a varios vecinos en la entrada de su casa con rostros enojados e intuyendo que de nueva cuenta le había propinado una golpiza a la niña; pero esta vez la mujer rompiendo en llanto, gritaba que su hija, su hermosa hija había muerto por un accidente. Llegaron los ministeriales, el semefo, la prensa amarillista y comenzaron las indagatorias. Al parecer la niña había puesto a hervir agua para bañarse y al tomar la olla se le cayó encima quemándole la mitad de su cuerpo y asfixiándose por el atragantamiento de agua hirviendo que la laceró internamente. Versión que pocos creyeron y aunque todos intuían que la mujer la había matado de una manera horrible, ningún vecino quiso hablar por apatía y por no meterse en problemas. Las autoridades al ver las condiciones de pobreza e inseguridad de la casa, optaron por dar carpetazo. Luego de un funeral en la casa y de enterrar los restos de la niña, la mujer no podía creer que se había librado tan fácil de su maldita hijastra. Así que esa misma noche decidió salir a los bares del centro y celebrar su suerte. Luego de una tremenda juerga en el “corsario” probó suerte con un parroquiano que la estuvo bailando durante toda la noche y salieron a buscar un taxi que los llevara a su casa. Ebrios y cobijados por la obscuridad de la noche, dieron rienda suelta a los deseos lascivos y entre besos y caricias llegaron a la avenida donde tomaron el taxi.

Al llegar a la pobre casa y haciendo a un lado la cortina de la habitación la mujer se dejó caer en la cama quedando expuesta ante aquel hombre, que ebrio se hincó para lamer el sexo de aquella torva mujer; pero con tan mala suerte que al tocarle a ella deleitarse con el miembro del acompañante notó que estaba completamente flácido a pesar de sus insistentes caricias, el estado de ebriedad y la edad de aquel hombre le impidieron tener una erección, haciendo que la mujer se frustrara y le preguntara que le pasaba, el hombre viendo hacia la puerta le dijo que mandara a dormir a la niña quemada que estaba parada viendo detrás de la cortina de la entrada, que eso le incomodaba.

La mujer sin comprender lo que decía aquel hombre borracho, lo tomó a burla y pensando que era un intento por justificar su falta de erección, arremetió en contra de él y le propinó unas bofetadas, sacándolo de su casa. Después regresó y para apagar sus ganas y su frustración se sirvió una copa de un brandi corriente que guardaba en la alacena. Al dar el primer trago. Con horror vio que en un extremo de la cocina estaba parada su hijastra, con la mitad del rostro sin piel y con la carne quemada que le daba un aspecto horripilante. Con el ojo reventado y mostrando parte de sus dientes, la aparición de la niña estaba parada fijamente y viéndola con su único ojo de una manera recriminatoria y llena de odio. La mujer al verla abrió los ojos y dio un grito de miedo que se escuchó por toda la casa, tirando la botella salió corriendo hacia la calle y pidiendo ayuda. Corriendo por toda la calle, tocando puertas sin que nadie le respondiera. Llego entonces a casa de su comadre. Ante lo insistente de los toquidos el compadre abrió la puerta solo para ver que la mujer asustada les pedía ayuda para que la dejaran quedarse ahí, en total shock la mujer le comenzó a contar acerca de la aparición de su hijastra muerta. Sin dar detalles de su muerte. Los compadres sintiendo un poco de lástima la dejaron quedarse ahí. Sin poder dormir la mujer vigilaba por todos los rincones de casa, temiendo que aquella aparición la hubiera seguido. Asustándose por cualquier ruido de la calle o cualquier sombra extraña que se viera por las ventanas.

Así llegó la mañana y pensando que quizás durante el día no se aparecería su hijastra muerta, corrió a su casa para tomar sus cosas e irse con su mamá en Altamira. Mientras metía su ropa en una caja de cartón, detrás de ella escuchó un susurro que parecían ser múltiples voces diciendo una sola palabra
“Maldita…”
Sintiendo un escalofrío de muerte y temblando de manera copiosa volteó sobre su hombro y al fondo detrás de la cortina alcanzó a ver una sombra pequeña que estaba observándola fijamente, comenzó a sollozar y caminó lentamente hacia la puerta para salir corriendo; pero antes de que diera el primer paso hacia la salida, de manera súbita el espectro de la niña quemada se puso frente a ella y la señaló como reprochándole sus malas acciones. Sin dar crédito a lo que veía la mujer salió corriendo de su casa sin nada y presa de un pánico que le impidió ver por dónde iba, por lo que tropezaba y caía de manera abrupta por la calle, ante la mirada extrañada de los vecinos que pensaban que se había vuelto loca por el alcohol y la marihuana que sabían que fumada durante sus salidas a los bares. En cierto momento su loca carrera la llevó a una carnicería en donde vio a su comadre y a varias personas esperando a que salieran chicharrones. Asustada y sudando, empezó a gritar desesperada que su hijastra la venia persiguiendo, que la quería matar, que ella no quiso quemarla ni matarla y que estaba arrepentida. Sin dar crédito a lo que escuchaban, todos la vieron con repulsión y reproche en tanto abría los ojos, que casi se le salían de sus cuencas al ver que el ánima de la niña se asomaba por entre una res colgada y esto hizo que se hiciera para atrás para evitar verla y tropezó con una manguera de gas que servía para un quemador que calentaba un enorme perol en donde fritaban chicharrones.

La mujer, cayó de espaldas en aquel caldo grasiento de manteca y vísceras hirviendo. Todos gritaron al ver como caía dentro y con la inercia tumbó el perol y derramó el contenido en la calle. Mientras la mujer se retorcía de dolor, los pedazos de tripas se le quedaron pegados a la piel que poco a poco comenzó a desprenderse por la grasa hirviente. De algún modo las personas intentaron echarle agua y la señora que se retorcía de dolor en el piso. El caos se hizo en la carnicería y al poco rato llegaron los servicios de emergencia. La mujer sufrió quemaduras en más de la mitad de su cuerpo, y agonizó durante unos días en una cama de hospital en medio de dolores horribles. Antes de morir confesó su crimen a la comadre que, sintiendo pena, la perdonó por el crimen y al saber que iba a morir se acercó a ella para preguntarle cual era su última voluntad y ella respondió:
-Que se vaya.

-¿Quien? pregunto la comadre con un gesto de extrañeza
-Rosario, todo el tiempo ha estado ahí, esperando llevarme.
Al decir esto último la mujer expiró su último aliento entre dolores y una culpa que no la dejo estar ni descansar en paz.

2017 © Eduardo Liñán – Si lees este texto que he escrito yo, en otra página, sin mencionarme, es señal de que no me han pedido permiso para hacerlo. Sin la correspondiente mención o fuente, no se puede copiar ni reproducir, ni total ni parcialmente, ninguno de mis textos contenidos en esta web.

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