Diablo 3 Historia real de terror

DIABLO III
Relato de J. Yuridia S.
Escrito y Adaptado por : Eduardo Liñán

Mi historia comienza hace muchos años cuando aún era una niña. Soy de una familia de 9 hermanos , vivimos y crecimos en Ozuluama, Veracruz. Durante toda mi niñez estuve rodeada de cosas extrañas: esoterismo, brujería y prácticas que me generaban asombro y temor. Mis familiares en ese entonces consultaban mucho a una señora a la que le llamaban “cajita” y fui testigo de sus transformaciones al ser vínculo entre la gente muerta y las personas que iban a consultarla.

Sin embargo mis tíos y mi padre se llevaron la peor parte de estos encuentros con lo extraño y el primero de ellos le sucedió a mi papá. El fue un hombre muy duro con nosotros, además de ser alcohólico y aunque nunca nos faltó de comer al menos frijoles y tortillas. Casi siempre se gastaba lo que ganaba el alcohol y parrandas. Durante ese tiempo fue huapanguero por lo que salía a los huapangos los fines de semana, a fiestas ejidales y festivales que hacían en pueblos cercanos como La Laja, San Antonio, Cucharas, etc. Así que era común que saliera desde el jueves y regresara hasta el lunes o martes completamente ebrio y dando tumbos por toda la casa. con el rostro y el cuerpo hinchado; balbuceando palabras que no le entendíamos, para finalmente dejarse caer en el camastro a dormir “la mona”.
Él desde que salía de la casa les advertía a mis hermanos varones que debían dejarle un viejo caballo en un camino donde llegaban las camionetas y transportes para regresar a la casa. El tramo era bastante largo y si su orden no era obedecida o alguno de mis hermanos se le olvidaba irle a dejar el caballo los golpeaba seriamente. En cierta ocasión me tocó acompañar a mis hermanos a donde debían dejar al animal, fue un domingo por la tarde que montados en el caballo íbamos platicando y al llegar me dio la impresión que era bastante horrible y obscuro. Era distinto a los alrededores, en donde corría un pequeño arroyo y estaba rodeado de otates que se movían con el viento y hacían rechinidos que rompían el silencio de una manera perturbadora. Luego de amarrar el caballo lo dejábamos cerca del agua y del pastizal en tanto mi padre llegaba, quizás al día siguiente o hasta el martes. De algún modo siempre regresaba a la casa; pero llegaba por que el caballo conocía el camino, y siempre llegaba en completo estado de ebriedad, se dejaba caer de lo borracho que estaba en el piso o en su cama. Sin embargo siempre se acordaba de lo que sucedía a su alrededor a pesar del etílico de su estado, cosa extraña; pero él era totalmente extraño.
En cierta ocasión que regresaba de Ozuluama vio el caballo amarrado y alterado de una forma poco usual. Agitado, con los ojos saltones por la inquietud que era notable y relinchaba tratándose de liberar de sus ataduras. Mi padre que apenas se podía sostener en pie. Se puso alerta y con mucho esfuerzo se montó en el animal y emprendió el camino de regreso a la casa. Cuando llegó se veía claramente ebrio, con el rostro y la boca hinchada y derramando baba, el hedor del alcohol que siempre traía, se hizo más penetrante a medida que bajaba del animal y al estar de pie frente a la casa sus ojos eran totalmente violentos y en un instante tomó el machete que cargaba en el caballo y comenzó a arremeter en contra de la casa, macheteando las paredes y gritando incoherencias, estaba poseído por una fuerza violenta que no comprendíamos y nos asustamos todos porque pensábamos que nos iba a dañar, cuando por fin se tranquilizó se dejó caer en el camastro y se durmió como habitualmente lo hacía. Después estando sobrio nos contó una escalofriante verdad. El decía que al llegar al lugar donde montaba el caballo, el ambiente era totalmente extraño y sofocante. A pesar de la borrachera que se cargaba se acordaba de todo y que en cierta parte del camino veía a un enorme perro negro sentado, viéndolo con sus enormes ojos llameantes y un hocico babeante, mostrando todo el tiempo los dientes.

El caballo relinchaba por el temor de ser atacado en tanto mi papá, fueteaba al animal para que galopara, durante todo el trayecto del lugar hacia mi casa que eran más o menos 20 kilómetros, el perro lo seguía escondido entre los árboles, la maleza y los caminos empedrados, como vigilándolo de cerca y esperando que mi papá hiciera algo, quizás para atacarlo. La bestia así como se aparecía en el camino se quedaba a unos metros de la casa, observaba a mi padre bajar del caballo y meterse tambaleante, después salía corriendo y desaparecía entre el monte. Él nos platicaba que lo seguían toda clase de animales extraños durante su recorrido, bufando o gruñendo a su alrededor como intentando espantarlo o atacarlo a la menor provocación. Quizás por su estado de ebriedad veía esas cosas. Sin embargo de algún modo le creíamos por que mis hermanos y yo alcanzamos a ver aquellos animales a lo lejos, en las noches que llegaba completamente borracho, se veían los ojos llameantes entre la obscuridad de la noche y eso nos hacía sentir miedo y escalofríos.
Sin embargo un día por causas extrañas el llegó sobrio al lugar donde estaba amarrado el caballo, montó en él y comenzó su recorrido entre los caminos de tierra y veredas interminables. En cierto momento vio como a su alrededor se movían los matorrales y la hierba, indicándole que algo lo seguía oculto entre sombras. El al ser un hombre de rancho, envalentonado retó a aquello que anduviera ahí para que lo encarara, sin obtener respuesta al poco rato comenzó a dormitar mientras el animal seguía la vereda, en cierto momento sintió como algo se montaba en las ancas del caballo y a sus espaldas. Alertado abrió los ojos y sintió una respiración y un aire caliente que le erizó los pelos de la nuca, el sin querer voltear bajó un poco la mirada y vio con sorpresa que detrás de su pierna había otra pero era muy extraña, cubierta de un pelambre negro y en vez de pie tenía una gran pezuña hendida de alguna clase de vacuno. Sintiendo miedo, miró hacia el frente y le gritó envalentonado a lo que venia atrás de el
“Sácate a chingar tu madre, retírate quien quiera que seas y no me molestes mas…”
Enseguida de decir esto, sintió como aquello que cargaba detrás se bajaba del caballo y este relinchó de dolor, en cuanto sintió la carga ligera el animal comenzó a galopar por el camino asustado. Luego de un rato mi papá llegó a la casa y para nuestra sorpresa venia sobrio, al verlo tenía un rostro sorprendido y revisaba el caballo, al acercarnos vimos con preocupación que el jamelgo tenía unas quemaduras en sus cuartos traseros y aruños sangrantes. Al preguntarle a mi padre lo que había pasado nos contó lo que le había sucedido durante el camino, nosotros infantes y crédulos sentimos mucho miedo y mas al ver la cara de preocupación de mi padre.
Sin embargo todo eso no alteró su modo de vida, siguió ahogándose en francachelas y diversión al por mayor en fiestas; pero todo eso cambió una noche que venían el y mis tíos de una feria en La Laja, Veracruz. Iban para San Antonio a seguir con la borrachera y se fueron caminando.

Al llegar a un lugar conocido como “el Tigre” mis tíos comenzaron a burlarse de mi papá por las historias absurdas de sus encuentros con el maligno y la persecución de la que era objeto, al llegar a un arroyo rodeado de otates, los tíos comenzaron a retar al diablo y en voz alta le hablaron diciéndole que se apareciera, que si era real se mostrara ante ellos, mientras se reían y mi padre los observaba serio, empezaron a ver como aquellos otates se fueron moviendo violentamente de una lado a otro, algo que caminaba entre ellos los azotaba y los tumbaba con mucha facilidad, escucharon como se arrastraba algo por entre los otates y el piso retumbaba haciendo un gran estruendo, entre la obscuridad algo se movía y cuando los palos se dejaron de mover estaba frente a ellos aquello que los tiró, oculto entre sombras y entre los otates una gran voz gutural les gritaba a mis tíos y a mi padre
“¿Quien me llamó? ¿Qué quieren?”
Al escuchar esto los hombres se postraron en el piso y comenzaron a temblar y a llorar del miedo, mientras mis tíos se orinaban encima del terror, uno de ellos suplicaba que no les hiciera nada, que todo había sido un juego para ver si existía, pero que los perdonara que no volvería a pasar. Luego de un rato de silencio, aquella voz tronó de nuevo entre las sombras de la noche.
“Conmigo no se juega cabrones, la próxima vez que me invoquen voy a llevármelos…”
Aquello comenzó a moverse de nuevo entre los otates y poco a poco fue internándose entre aquella empalizada. Quedando mis tíos y mi padre, rodeados por la obscuridad y el silencio. Cuando recuperaron el aliento y se dieron cuenta que seguían vivos, se incorporaron y se fueron corriendo por el camino hasta San Francisco en donde se quedaron y no volvieron a tomar. Mi padre al escuchar esta historia de boca de mis tíos, se asusta y recuerda sus encuentros con el maligno, quizás la vida que llevaba era suficiente para atraer a aquello, nunca lo supo y quizás jamás lo hará.

(Si copias o compartes este relato, menciona y cita los créditos correspondientes. Es una condición de honestidad y honradez darle el crédito a quién lo merece)

EDUARDO LiÑAN



LEER LAS SIGUENTES HISTORIAS:

Experiencias de terror en la cruz roja
Pasajera historia real
Misterios sin resolver

No hay comentarios:

Con la tecnología de Blogger.