EL ADIOS

EL ADIOS
Relato basado en experiencias reales de Samira Rojas
Escrito y Adaptado por Eduardo Liñán

Hace algún tiempo tuve una relación amorosa con un joven al cual quería mucho y el a mí, en ese entonces tendría 21 años. Nuestra relación era como las demás, intensa y llena de sueños primerizos que se iban concretando conforme avanzábamos en la relación, sin embargo la felicidad no es completa. Cuando apenas íbamos a cumplir los tres meses de relación, el tuvo un derrame cerebral que lo llevó a ser internado y no logró sobrevivir. Eso me lleno de una profunda tristeza y el proceso de duelo fue muy difícil. Cuando entregaron su cuerpo el dolor invadió a toda su familia y a mí. En su velorio lo recordaba con cada detalle que habíamos tenido durante el tiempo que estuvimos juntos.


Siendo ya de madrugada como entre 3 y 4 de la mañana, regresé a mi casa de su velorio, estaba agobiada y muy cansada, había sido un día largo y difícil para todos. Lo único que deseaba era descansar y olvidarme por unos instantes de lo que estaba pasando. Así que me recosté en mi cama y fueron quizás unos segundos en los que comencé a quedarme profundamente dormida; pero sentí algo muy extraño. Cerraba mis ojos y pude notar como alguien se sentaba en la cama, percibí el movimiento del colchón y la presencia de alguien; pero además de eso noté que ese alguien se acostaba a mi lado, sentí frio y pensando que era una persona de mi familia, voltee para ver quién era y al notar que no había nadie acostado, me asusté y me paré enseguida a encender la luz. Todo estaba en completa calma, revisé por todos lados sin encontrar indicios que de alguien hubiera estado ahí, incluso la puerta permanecía cerrada. El temor me inquietó y traté de no pensar en algo extraño, en cambio pensé que mi cuerpo y mi cerebro cansando por tantas emociones, me estaban haciendo unas jugarretas mentales. Así que apagué todo y me volví a acostar, mis ojos cansandos apenas se volvían a cerrar cuando vuelvo a sentir de nuevo la sensación de algo acostarse; pero esta vez lo sentí en mis piernas, sentí el peso y la sensación de una persona colocando su cuerpo en mis piernas. Eso fue demasiado para mí y me levanté en pánico a encender de nuevo la luz, me quedé un momento pensando en que había sido todo eso. Me acosté y dejé la luz encendida, solo así pude dormir, mi temor fue vencido apenas coloqué la cabeza en la almohada y no supe más.

Al día siguiente la pena y la tristeza me invadieron en cuanto abrí los ojos, el torrente de recuerdos y la muerte de mi novio comenzaba a pesarme de sobremanera. Aun tenía esa sensación extraña de la madrugada; pero no quise pensar más, y me alisté para irme al entierro. Pena y dolor es lo que podría describir en esos momentos en que ves como el ataúd baja al agujero en donde quedaran los restos de la persona a la que quisiste. Al finalizar el entierro no quise saber más y mi duelo apenas comenzaba; pero también a partir de ese triste momento, comenzaron las manifestaciones extrañas en mi vida y en mi casa.

Al principio no alcanzaba a comprender que eran todas aquellas cosas que de pronto sucedían a mi alrededor: Luces que prendían y apagaban, cambios de temperatura repentinos al entrar en las habitaciones, susurros en mi oído y los toques sutiles en mi persona, como el cabello o roces que me daban escalofríos. No quise pensar o atar cabos en ese momento, ni tampoco sugestionarme; pero un día me quedó claro el mensaje. Estando en mi casa y para recordarlo puse un disco que me había regalado al principio de nuestra relación, la música sonaba y mientras hacía mis deberes me concentraba en las letras de las canciones, entonces comencé a pensar en él y de pronto, comenzó a sonar una canción que él me había dedicado estando en vida. Era imposible, estaba sonando en las primeras melodías y de pronto se brincó a la penúltima canción sin motivo aparente y sin que nadie tocara el aparato de sonido. Entonces lo comprendí. El espíritu de mi novio muerto estaba y había estado todo el tiempo conmigo desde su funeral. En ese instante me invadió la tristeza y comencé a pedir a Dios por él. Lloré; pero tenía que dejarlo ir y así fue. Con un ultimo adiós le pedí que se marchara y descansara en paz. No sé si fue eso; pero no volví a sentir su presencia, los fenómenos raros cesaron y yo comencé a estar tranquila, aunque lo recuerdo y sé que no lo olvidaré jamás.

“Si vas a copiar y pegar este relato respeta los créditos del autor – relator y cita la fuente de donde lo tomaste, Gracias.”

Derechos de contenido reservados 2017 © Eduardo Liñán.

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