DAMNACIÓN Relato de miedo (Experiencias reales)

DAMNACIÓN (#397 – 12/07/2017)
Relato basado en experiencias reales de Rosa Ixtapa
Escrito y Adaptado por Eduardo Liñán

Tengo 26 años y desde que recuerdo siempre he estado rodeada en una atmosfera y situaciones extrañas fuera de mi control y que hasta la fecha siguen atormentándome. Cuando mi madre estaba embarazada de mí, al principio tuvieron una buena racha económica. Hubo abundancia y prosperidad en la familia y todos decían que yo “traía una torta bajo el brazo”; pero conforme pasaba el tiempo e iba creciendo en el vientre, cosas raras comenzaron a ocurrir. Yo era su tercer hijo y en sus anteriores embarazos todo había salido bien; conmigo no fue así, en los últimos meses de gestación, ella decía que tenía movimientos horribles, era como si estuviera tratando de salir desgarrando su vientre, pateaba, manoteaba con desesperación por algún motivo que todos desconocían. Los médicos decían que todo estaba bien en mí, que era un embarazo sin complicaciones, lo cierto es que mi mamá sufrió mucho en el proceso por mi causa.


Al nacer las cosas no mejoraron. Lo que debió ser una alegría para la familia fue algo amargo y lleno de incertidumbre, los primeros meses de vida el ambiente que rodeó la casa era de miedo y peleas entre todos. A mí en lo particular comenzaron a acosarme cosas que nadie podía entender. Era que alguien estuviera cerca de mí y podía escuchar gruñidos de animal provenir de algún lugar desconocido y oculto. Muchas personas llegaron a escuchar esos extraños ruidos, decían que se podían no solo escuchar en mi cuarto, si no en cualquier otra habitación y cuando estaba cerca de alguien. Era como si algo no le gustara que una persona me cargara o me atendiera incluso mi mamá y para agravar más la situación muchas veces mi mamá decía que lloraba asustada al ver algo que merodeaba en la habitación, algo que solo yo podía percibir y que no era bueno. Que podía escuchar como una especie de animal grande se postraba en el techo de lámina de asbesto de la casita de mis padres, y que al caminar sumía las láminas haciéndolas rechinar y que al revisar nunca hallaban nada.

El punto crítico de esta situación llegó cuando mi mamé se dio cuenta que amanecía con moretones muy marcados y marcas de cicatrices en mi cuello y espalda. Eran verdugones que me producían dolor y las heridas se me infectaban, los doctores decían que eran mordidas de alguna clase de animal grande por las marcas de lo que parecían ser colmillos o dientes. Mis padres angustiados comenzaron a buscar ayuda médica sin éxito, luego en centros espirituales y finalmente con brujos y chamanes que aminoraban los acosos y los daños; pero jamás pudieron liberarme, el mal que tenía impuesto era tan grande que no hubo nada que me lo quitara definitivamente, a veces permanecía latente y otras cobraba tanta fuerza que me tiraba en cama, enferma y con alucinaciones terribles.

Fue en mi cumpleaños número 8 que las cosas tomaron otro rumbo aún más inquietante. Mientras dormía, una madrugada empecé a sentir algo extraño en mi cuerpo, era como si una energía fluyera por mis venas haciéndome cosquillas al principio; pero conforme avanzaba lentamente mis extremidades se paralizaron, no podía moverme. Luego lo más asqueroso; que para mi edad fue un shock, sentí que algo invisible me tocaba, era un recorrido intenso por todo mi cuerpo que me hacía sentir mucho asco y miedo, Sin poder moverme o gritar aquello me tocaba de una forma tan obscena que cuando terminaba de hacerlo, me sentía sin energías. Me quedaba dormida profundamente y al despertar pensando que había sido un sueño, me dirigía a mis padres para contarles lo sucedido preocupándolos más. Las noches eran un terror para mí porque pensaba que eso vendría cada madrugada, no fue así. Venía cada tanto tiempo y cada vez era peor. Llegaba cuando menos esperaba y era lo mismo, la parálisis, la energía que tomaba control de mi cuerpo y los tocamientos, fue en la pubertad que esos tocamientos se tornaron en algo más. Se introducían en mí. No se cómo o de qué manera sentía algo metido en mi vagina y se satisfacía de manera morbosa, no sentía placer, sentía horror, asco y ganas de morir en ese instante. Luego de que aquello terminara con esa extraña humillación, me quedaba dormida y al despertar, eran dolores de cuerpo horribles que minaban mi salud y mi cordura. Buscábamos ayuda; pero jamás pudieron encontrar nada o no sabían cómo quitarme esa maldición. Así viví por muchos años, eso iba y venía de tanto en tanto y cada vez era peor.

A pesar de ese horror siempre fui dedicada en la escuela, llevaba buen promedio y no dejaba que ese problema me sometiera o me impidiera ser feliz. Con el tiempo conocí a mi esposo, al que invariablemente le conté lo que padecía. El al principio se mostró escéptico, pero conforme pasó el tiempo se dio cuenta que hablaba en serio. Él me amaba mucho y me apoyó desde el principio. El amor que sentíamos de alguna forma mitigaba esas cosas horribles y pensaba que si me casaba por la iglesia aquello desaparecería. Porque además de los acosos, también tenía ciertas visiones de cosas que merodeaban en la obscuridad, seres descarnados que intentaban darme un mensaje, siempre los ignoraba; pero aun así no dejaban de inquietarme. Casi siempre que veía a un descarnado algo sucedía, alguien moría, lo peor era cuando veía a personas y en sus rostros veía la figura de la muerte como una advertencia de que algo malo le iba a ocurrir y es que en realidad eso pasaba.

Lo último que me sucedió en días pasados. Fue algo que aún me tiene horrorizada. Yo he sido muy dedicada al trabajo y hay veces en que presiento que algo sucederá que me pongo a trabajar hasta tarde y me ha funcionado. Sin embargo las cosas dieron un nuevo giro. Una noche trabajando en la computadora, revisaba una información laboral. En esa ocasión trabajaba en la cocina y detrás de mi había una puerta que da acceso a un patio pequeño. Estaba concentrada en la pantalla cuando de pronto escuché una especie de zumbido detrás y al voltear vi que la puerta se entreabría, no le tomé importancia a veces hacía por el aire. Al voltear de nuevo a ver la pantalla algo comenzó a pasar, la imagen se distorsionó y de pronto varios programas se abrieron luego el pantallazo azul. De nueva cuenta escuché un zumbido; pero esta vez sucedió lo impensable. La silla donde estaba sentada se desliza, tirándome al piso. Las ruedas de alguna forma se deslizaron por una fuerza invisible que la jaló por el piso, hasta la puerta.

Yo aun en shock e intentando comprender que sucedía, le comienzo a gritar a mi esposo asustada. Antes de que pudiera levantarme siento algo extraño que se enredaba en mis tobillos, era como un calor intenso seguido de una sensación áspera que se apoderó de mi pie provocando caerme de nuevo y rodar por el piso hasta la puerta de salida. En este punto ya estaba histérica por todo lo que sucedía, pasó demasiado rápido. En medio de un griterío clamaba a Dios y le gritaba a mi esposo para que me ayudara. Esa fuerza invisible que intentaba sacarme de la casa era notablemente fuerte. Mis manos se aprisionaron a un mueble pesado de la cocina y a pesar de eso lo arrastré un tramo. Cuando por fin llegó mi esposo, su rostro se tornó pálido y lanzó un grito de angustia al verme tirada y luchando en contra de algo que no podíamos ver.

Casi por inercia se agachó y me tiró del brazo deslizándome por el piso hacia sus brazos y yo sentí un tirón en el pie que después al revisar me dejó una marca roja. El caos se hizo en la casa, al rato unos toquidos en la puerta nos alertaron y al ver quien era, había un par de policías y una patrulla en la calle que iluminaba con sus farolas. Los vecinos estaban rodeando la banqueta y las casas aledañas con sus miradas curiosas y otros con rostros incrédulos. Los policías habían recibido una llamada por mis gritos de terror, los vecinos pensaron que en la casa se estaba cometiendo un crimen, mis gritos se habían escuchado por toda la cuadra, asustando a propios y extraños. Después de dar una somera explicación y que se dieron cuenta que todo estaba en orden a excepción de la silla en la cocina, la cual permanecía tirada. Luego de que se fueran, mi esposo y yo nos salimos de la casa; pero no tenemos a donde ir, por lo que a la mañana siguiente regresamos y comenzamos a buscar ayuda y alguien que nos diera una explicación de lo que había padecido. Nadie nos supo dar una respuesta sobre lo que pasaba, de otros recibíamos burlas e incredulidad y muchos nos tildaban de locos y enfermos. El punto es que hasta la fecha lo de los acosos, las cosas extrañas y las sombras que van y vienen en la casa, siguen. No me he podido liberar de este infierno, es por eso que deseo publiques mi experiencia y si alguien sabe o pueda darme una opinión acertada seria valioso para mí. Saludos cordiales.

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